CAPÍTULO LI

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51. El de las preocupaciones.

AARON

Abrí la puerta, feliz de saber que por fin estaba en casa. Detestaba pasar tiempo en la empresa cuando Bridget no estaba alrededor, se me hacía pesado y aburrido. Más aún odiaba la jodida reunión que tuvimos que mantener tan tarde por culpa de la diferencia horaria. Llegar ahora al apartamento, en cambio, era todo una alegría porque si no veníamos juntos sabía que ella estaría aquí. Sus cosas estarían aquí, junto a las mías. En nuestra habitación, en el baño, en el armario. Ron también estaría aquí, y siempre que abría la puerta le veía correr con la cola hacia arriba para saludarnos y frotarse en nuestras piernas. Aquel día, sin embargo, no apareció.

—¿Bri? —pregunté extrañado. Hablamos por mensaje esa tarde, se suponía que ella iba a estar en casa.

Al pasar por el salón vislumbré una manta extendida sobre el sofá. Seguro que se había puesto algo en la televisión y se quedó dormida, porque siempre lo hacía, y subió a la cama para estar más cómoda. Decidí que entonces no la molestaría y caminé hasta la cocina.

—¿Ron? ¿No tienes hambre, zanahorio?

Era raro que no saliera a darnos la bienvenida. Ya fuera porque realmente nos había extrañado o porque nos quería hacer la pelota para que le diésemos de comer, siempre aparecía. Saqué la bolsa con su pienso y al rodear la isla, algo crujió bajo mi zapato. Al bajar la mirada, encontré varios trozos de cerámica rotos y... ¿eso de ahí era sangre? Dejé la comida de Ron a un lado y me apresuré a salir de la cocina.

—Bridget —volví a llamarla mientras subía los peldaños de las escaleras dos en dos, esta vez más alto.

Esperaba que hubiera sido un simple accidente, pero una parte de mí no se lo creía porque sabía que Bridget jamás dejaría algo así sin recoger. Le darían veinte ataques diferentes si Ron se acercaba y se hacía daño sin querer. Era el tipo de chica que algún día sería una madre protectora.

Al entrar en la habitación, el corazón viajó a mis pies al verla vacía. La cama estaba perfectamente hecha y el baño se encontraba de la misma forma. Saqué el teléfono de mi bolsillo y comencé a marcar su número a la vez que regresaba al salón. Ella jamás se iría, no repetiría lo mismo que me hizo Diane y mucho menos se llevaría a nuestro gato sin avisar. Era imposible.

Tenía que haber ocurrido algo.

La llamada se desvió automáticamente al buzón de voz y me apresuré a escribir un mensaje en nuestro chat, por si acaso estaba en algún lugar sin cobertura, que más tarde lo pudiera leer. Mandé uno también para Brooke aunque no quería sonar como un paranoico, sin embargo, cuando me dijo que no estaba con ella y que no tenía ni idea de adónde podría haber ido, sí que empecé a preocuparme.

¿Qué podía haber ido a hacer a estas horas ella sola?

Revisé una vez más que estaba solo en casa antes de tratar de llamar de nuevo. ¿Por qué no cogería el teléfono? Caminé de arriba abajo por el salón, sopesando las opciones que tenía. ¿Llamaba a alguien para que rastrease su número? ¿O estaba siendo un exagerado?

En ese instante, unas llaves en la cerradura me hicieron detener mis pasos. Giré la cabeza hacia la puerta y volví a respirar tranquilo de nuevo cuando vi que se trataba de ella. Lancé el móvil al sofá y atravesé el salón lo más rápido que pude. Por fin estaba aquí, estaba de vuelta.

—Bridget. ¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien? ¿Qué haces con Ron?

Dejó el transportín en el suelo y lo abrió para que el zanahorio pudiera salir si quería. Me estaba muriendo por no obtener una respuesta, y el sentimiento se agravó cuando Bri volvió a alzar la cabeza y vi que estaba llorando como una magdalena.

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora