CAPÍTULO XXXVII

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37. Descubrimientos inesperados.

AARON

Estaba saliendo de una tienda después de comprarme un refresco cuando me comenzó a sonar el móvil. Lo saqué del bolsillo y sonreí al ver que era Bridget. No habían pasado ni cinco minutos, ¿tanto me extrañaba?

—Hola —respondí.

—Aaron, ¿está Bridget contigo?

—¿Susana?

Miré la pantalla para comprobar que el nombre que había aparecido anteriormente era el de Bridget. ¿Qué hacía Susana llamándome desde el móvil de su amiga?

—Sí, ¿está Bridget contigo? Es importante —insistió.

—No, la dejé en vuestra casa hace un momento. ¿Por qué, ha pasado algo?

—Su madre ha venido a verla y ella se ha ido, no se llevan muy bien porque...

—Sí, me sé la historia —le corté. No quería perder el tiempo hablando de algo que ya sabía.

—Vale, es que cuando se fue... —su voz tembló un poco—. Sé cómo se pone antes de tener un ataque, ¿sabes? Y no me gusta nada que esté por ahí sola y en ese estado.

¿Cómo?

—¿Un ataque? —repetí incrédulo.

—De ansiedad —explicó—. Ella... digamos que ocurrió algo y ahora es muy propensa a sufrirlos. Sé que seguramente te estoy pidiendo mucho, ¿pero podrías ayudarme a buscarla?

Por supuesto que sí, más aún con lo preocupada que sonaba.

—Si la encuentras, respira con ella. Cuando sufre un ataque es lo que más le ayuda.

—De acuerdo.

—Te mando mi número por si la encuentras. Y muchas gracias, de verdad.

Guardé el número de Susana y miré a mi alrededor. Vale, si yo fuera Bridget, ¿adónde iría para alejarme de la gente? ¿A un lugar concurrido donde pasar desapercibido o a uno desierto donde estar tranquilo? Definitivamente el segundo.

Me acordé en ese instante de algo, digo que el puerto era su lugar favorito, ¿no? Seguramente habría ido allí, a un lugar que ya conoce y donde se siente cómoda. Miré en el móvil como llegar sin coger el coche, porque ella iría andando o en autobús.

Comencé a caminar hasta la parada más cercana. ¿Desde cuándo Bridget tenía ataques de ansiedad y yo no me había dado cuenta? ¿Tan mal observador era? No, Susana sabía como actuar por lo que Bridget también debía hacerlo, seguramente los lograba tener bajo control.

Pasé al lado de un parque, y no sé por qué miré hacia él. Y menos mal que lo había hecho. Corrí al paso de peatones que había frente a él y agarré a Bridget del brazo segundos antes de que un coche pitara con fuerza. Joder, ¿es que no miraba al cruzar o qué?

—¿Estás bien? —pregunté alarmado—. Bridget mírame.

Cuando alzó la cabeza, a parte de estar muy asustada tenía los ojos llenos de lágrimas. Con razón no había visto el coche. Traté de separarla un poco de mí para buscar un sitio donde sentarnos, pero no pude porque ella estaba fuertemente agarrada a mi camiseta.

Mierda, no.

—Mi m-madre... ella... —balbuceó, aún temblando.

—Lo sé, nena. Susana me lo ha dicho —respondí, acariciando su espalda.

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora