45. Lo mejor de una fiesta sorpresa es que nunca sabes qué esperar.
AARON
Mamá y Cristal repartieron tarta y todos comieron felices de su plato, pero nadie más que Bridget. Creo que el amor que ella sentía por las cosas dulces sobrepasaba cualquier límite considerado normal. Estaba sentada entre Brooke y James, hablando animadamente con la primera sin dejar de comer pastel. Me pilló observándola y frunció el ceño.
—¿Qué? —Me observó unos segundos en los que yo solo fui capaz de sonreír y ella acabó por desviar la vista de mis ojos—. ¿Te vas a comer eso?
Señaló con la cuchara mi plato de tarta a medias, negué con la cabeza y lo deslicé por la mesa para que lo tomara. Siempre había sido más de salado, pero podría acostumbrarme solo por ver lo feliz que le hacía. Continuó con la charla que mantenía con Brooke justo cuando tocaron mi hombro. Me giré en mi silla para toparme con una Peyton radiante. Creo que, jamás en mi vida, la había visto desarreglada o usando algo que no le favoreciese. Me dedicó una amplia sonrisa antes de mostrar lo que fuera que escondía tras su espalda. Era una pequeña caja envuelta con un lazo.
—Hora de los regalos —anunció, dejando que lo tomara entre mis manos.
—Gracias, Peyton. Te lo digo todos los años, pero no tenías...
—Oh, claro que sí tenía —intervino Brooke desde el otro lado de la mesa, frente a mí—. No he dejado pasar a nadie que no tuviera un regalo.
Negué con la cabeza, aunque no estaba para nada sorprendido. Brooke era Brooke, no cambiaría y a mí me gustaba así. Además, gracias a ella tendría un montón de regalos este año, sin embargo, esperaba que no fueran los mismos de siempre. Para nosotros comprar cosas siempre había sido fácil, pero en muchas ocasiones eran objetos carentes de un significado o simplemente ni siquiera me gustaban, porque la persona no me conocía ni a mí ni a mis gustos.
—Vamos, abre el mío el primero —me apremió Peyton emocionada.
Los ojos de todos los que me rodeaban en ese momento —que básicamente se resumían en mi hermana, mi novia y mis amigos— se clavaron en mí. Deshice el lazo para no hacerlos esperar y abrí la cajita. Era negra y en el interior se encontraba un reloj, de esos que con tan solo mirarlos ya sabes que valen una fortuna. Este en concreto todavía valía más, porque tan solo se fabricaron unos pocos, no era un modelo habitual. Lo saqué de la caja con cuidado y sentí la frialdad de los metales y el impoluto cristal entre mis dedos.
—¿Te gusta? —inquirió, ansiosa por recibir una respuesta positiva. Casi diría que estaba nerviosa.
—Claro, Peyton. Es genial —admití—. Gracias por conseguirlo.
Sus labios se abrieron mostrando una enorme sonrisa y dio unas palmadas de alegría antes de abrazarme con rapidez. Todos los años me regalaba relojes increíbles, por su culpa tenía una colección entera en uno de los cajones del armario. Cualquier persona daría lo que fuera por ellos, eran tremendamente caros, bonitos y masculinos. Agradecía el detalle, sin embargo, tal vez Pey no se daba cuenta de que siempre usaba el mismo, el que una vez perteneció a mi abuelo.
Guardé el reloj de vuelta en la caja y la deposité sobre la mesa. Clavé mis ojos en Bridget, con las ideas bastante claras.
—Quiero tus regalos —hablé, mirándola fijamente.
Se removió en la silla y sus ojos dieron una vuelta bastante larga antes de posarse en los míos.
—Para empezar, estás asumiendo que tengo más de uno —replicó, siendo observada por los cinco que estábamos a ese lado de la mesa.
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AARON ©
RomanceBridget es alegría, entusiasmo y corazón. Aaron, egocentrismo y chulería. Tan sólo basta una mirada a través de la barra para que dos mundos completamente distintos se unan. ¿Pero cómo reacciona un hombre acostumbrado a tenerlo todo al rechazo? ¿...