CAPÍTULO XXXIX

8.1K 378 28
                                    

39. Descubrimientos.

AARON

Unos suaves besos en mi hombro lograron despertarme. Mis labios se curvaron en una pequeña sonrisa mientras decidía hacerme el dormido durante un rato más. De ese modo podía seguir disfrutando de los mimos de Bridget. Total, el vuelo no salía hasta las doce menos cuarto, había tiempo de sobra.

—Es imposible que no te hayas despertado aún —murmuró, apoyando la barbilla en mi espalda desnuda—. Siempre soy yo la que duerme de más.

Mi sonrisa se ensanchó, tenía toda la razón. Bridget era como un koala, durmiendo catorce horas al día. Y lo peor de todo, poseía el sueño más profundo que había visto nunca. Seguro que había un terremoto y ella ni se enteraría. Seguiría durmiendo a pierna suelta como si nada fuera con ella.

—Pues yo todavía estoy durmiendo.

—Veeengaaa... tengo hambre —protestó, tratando de moverme sin éxito.

Giré el cuello para observarla con las cejas en alto, ¿hambre decía?

—¡No de ese tipo! Idiota.

Mis carcajadas inundaron la habitación en el mismo momento en el que ella se levantó de la cama. Escuché como entraba al baño y encendía la ducha. Me estiré en el colchón, tratando de espabilarme después de haber dormido como un jodido bebé.

—Espero que no sigas ahí cuando salga o me voy yo sola a comer —advirtió.

Así que me levanté de la cama. La veía más que capaz de irse por su cuenta a desayunar y dejarme a mí aquí. Decidí ir dejando las maletas en la puerta, comprobando que estaba todo recogido y no nos dejábamos nada. Era una buena manera de hacer tiempo mientras esperaba a mi turno. Sabía que si entraba ahí con Bridget las cosas se alargarían, y prefería esperar a que doña hambrienta tuviera el estómago lleno.

—¿Ya lo has preparado todo? —se burló Bri, envuelta en una toalla y recogiendo la ropa que había dejado preparada la noche anterior.

—Claro, porque tú no lo harás —respondí en el mismo tono.

—Que sepas que soy muy organizada —apuntó—, solo... necesito cierta presión para trabajar mejor.

—Ya.

Me lanzó un cojín en mi camino al baño que logré esquivar por lo pelos, antes de meterme yo bajo el chorro de agua tibia. Al salir estaba sentada en la cama, entretenida con el móvil entre sus manos. Me miró de reojo aunque apartó la mirada en cuanto la pillé.

—Puedes mirar todo lo que quieras, Bri. —Sonreí.

Ella siguió tecleando cosas en su móvil, como si nada.

—Lo que quiero es que te des prisa, me comería todos los cruasanes de la ciudad.

—Por favor no, dejarías a los pobres parisinos sin nada.

—Se me parte el corazón —comentó con ironía.

Se puso de pie y guardó el teléfono en sus vaqueros justo cuando yo terminé con mis deportivas. Sonrió al ver que ya podía irse a arrasar con una de las comidas más típicas del país y abrió la puerta con una felicidad desbordante. ¿De dónde sacaba esa energía si ni siquiera se había tomado un café, al menos? Tampoco le sacaba tantos años como para que yo sufriera de achaques de la edad.

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora