CAPÍTULO XXVII

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27. Un desastre tras otro.

BRIDGET

Cambié de canal por sexta vez. ¿Por qué no emitían nada mínimamente interesante? Aún me quedaba un rato para ir adonde habíamos quedado los chicos y yo, y ni siquiera tenía un libro que leer, o una serie que ver. Me moría de aburrimiento. De hecho, me había vestido antes de tiempo solo por hacer algo. Suspiré y cogí el móvil por si tenía algún mensaje, pero no había nada.

Esa tarde iba a hablar con Daniel. Susana me dijo que no podía seguir retrasándolo o sería peor, y tenía toda la razón del mundo. Yo lo sabía, pero volver a decirle eso a Dani... no era capaz. Era una maldita cobarde. Lo peor de todo es que había creado cien formas distintas de cómo decírselo en mi cabeza, sin embargo, seguro que a la hora de la verdad me quedaba en blanco.

Decidida a sincerarme, me levanté del sofá y agarré la bolsa de la playa para dejarla en la entrada. Aún necesitaba ponerme una camiseta sobre el bikini, y ya entonces podría irme. Atravesé el pasillo hacia mi habitación cuando me sonó el móvil. Nerviosa por si era Dani, me acerqué rápidamente a cogerlo. No podía decírselo por teléfono, teníamos que quedar. Sin embargo, no era él quien intentaba ponerse en contacto conmigo.

Después de dejarme en visto hacía cinco días, ahora me llamaba. ¿Y pensaba que iba a cogérselo? Lo llevaba claro. Quité el sonido y apoyé el móvil boca abajo en la mesa. Estúpido empresario.

Volví a mi cuarto a por una camiseta cualquiera para ponerme, pero no encontraba nada. Todas me gustaban lo suficiente como para no querer llenarlas de sal y estropearlas. Entonces, llamaron a la puerta. Extrañada, me encaminé a abrir. A lo mejor era mi padre que necesitaba algo, pero él tenía llaves.

—Vaya... me gusta este recibimiento —musitó Aaron, mirando descaradamente mis pechos. Inmediatamente me crucé de brazos para taparme un poco.

—¿Qué quieres? —pregunté algo cortante, ¿qué narices hacía en la puerta de mi casa?

Si le hubieras cogido el teléfono probablemente sabrías la respuesta a esta pregunta.

—Venir a buscarte para hacer algo.

¿Cómo? Después de una semana sin manifestarse, se presentaba en la puerta ¿y esperaba que estuviera libre para él?

—¿Me buscas solo cuando te aburres? —respondí, dándome la vuelta para regresar a la habitación a por algo que ponerme. Él pasó y cerró la puerta a su espalda.

—Claro que no.

—Pues es la impresión que me da —me encogí de hombros y terminé de ponerme la camiseta.

No pretendía que me diera explicaciones de lo hubiera estado haciendo, me daba igual. Cada uno tenía su vida y acordamos no inmiscuirnos en la del otro, pero siempre que nos veíamos era cuando a él le venía bien. Y yo también tenía mis planes y mis cosas, no le pasaría nada por amoldarse un poco a mi horario de vez en cuando. La mayoría de las veces que nos habíamos encontrado había sido él quien lo había decidido, como cuando se presentó en la playa mientras yo comía con los chicos.

—¿Estás enfadada conmigo, es eso? —trató de saber, siguiendo mis pasos hasta la entrada.

—Por supuesto que no. Enfadarse con alguien requiere de mucho esfuerzo que, en mi caso, prefiero ahorrarme.

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora