CAPÍTULO LVIII

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➸ Capítulo dedicado a @lectoooraaa, @GabrielaChinchilla01, @uservalido, @uuusuariax

58. Se perdona en la medida en que se ama.

AARON

Las palabras de mi madre resonaron en mi mente, y aunque la tarea parecía monumental, no podía permitirme rendirme. Así que decidí seguir su consejo al pie de la letra.

Durante días continué con mi rutina: me despertaba a las seis en punto de la mañana, preparaba la idea que se me hubiese ocurrido ese día y conducía hasta casa de Zack. Una vez allí llamaba al timbre y me enfrentaba a la mujer de hielo en la que se había convertido Bridget. Sin embargo, había llegado a un punto en el que estaba comenzando a desesperarme. Al tercer día dejé de comprarle cosas que sabía que no le importaban como bombones y flores, y pasé a las manualidades. Desgraciadamente solo duraron dos días porque, en el primero, Bridget supo al momento que Brooke me había ayudado y, bueno, el segundo digamos que se rompió antes de que Bridget cargase contra él. Así que esa mañana había llegado a la oficina con el juguete de peluche que compré para Ron en el bolsillo de la chaqueta después de que Bridget me lo lanzase antes de cerrar la puerta.

No me importaba cuántos malos gestos tuviera que recibir de Bridget, ni cuantos dolores de cabeza tuviera que sufrir, estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para que me escuchase. Yo era quién se había equivocado, y por tanto quién solucionaría las cosas. Hace un par de años la idea de arrastrarme de semejante forma detrás de alguien que no fuese mi familia me resultaría ridícula, y sin embargo ahora no me podía imaginar de brazos cruzados. Además, había una pequeña parte dentro de mí que se alegraba cada vez que Bridget fruncía el ceño cuando me veía llegar y que rechazaba mis regalos malhumorada. Eso significaba que aún le seguía importando, nadie le daba tanta importancia a otra persona si no quería saber nada de ella.

Suspiré y comencé a darle vueltas a un bolígrafo entre mis dedos, como tanto había visto hacer a Bridget. Era divertido, aunque no se me daba ni de lejos tan bien como a ella. ¿Y si me cogía unas vacaciones para compadecerme de mí mismo en casa? Seguro que estaba más tranquilo que en la oficina.

Como si lo hubiera manifestado, alguien llamó a mi puerta. ¿No había más personas a las que molestar en toda la planta? Por un segundo me planteé el no responder, capaz que era Peyton tratando de robarme el tiempo y las ganas de vivir, otra vez. Se escucharon dos voces conversando fuera hasta que de pronto se abrió la puerta sin previo aviso.

—Entiendo que eres nueva y por eso no lo sabes, pero yo nunca necesito llamar al despacho de mi marido y mucho menos tener una cita previa —le explicó Bridget con menos amabilidad de la que solía poseer, a Tiffany.

Me quedé mudo, sin saber muy bien qué decir cuando la vi llegar. Llevaba un jersey gris largo, de estos que a la vez hace de vestido, junto con unas botas de tacón negro. Fruncí el ceño. Bridget no solía llevar tacones, le encantaban sus deportivas.

Le dedicó una última mirada a Tiffany que daba a entender que se podía marchar, antes de cerrar la puerta detrás de ella. Y entonces posó toda su atención en mí.

—Sé que estás ocupado, pero también sé que tienes cinco minutos para dedicarme —comentó, caminando hacia el escritorio con decisión.

—Los tengo —confirmé, mordiéndome la lengua para no decirle que, en realidad, tenía toda una vida para dedicarle.

—Bien —respondió, depositando el abrigo y el bolso en una de las sillas—. Por cierto, pensé que tratarías de colocar a alguien en el puesto de Jasmine que se asemejara mínimamente a ella. Esa chica apenas sabe encender el ordenador y...

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora