42. Recuerdos dolorosos.
AARON
Tenía mucho calor. Demasiado. Pero a juzgar por la forma en la que un cuerpo se apretaba contra el mío, intuía que era el único. Cerré los ojos cuando Bridget volvió a pegar su trasero a mi entrepierna y supliqué por paciencia.
Tal vez, si la arropaba un poco más, dejaría de torturarme en sueños. Cubrí sus hombros con la sábana y esperé. Parecía que había funcionado hasta que acomodó la tela bajo su barbilla y volvió a pegarse. Me apartaría, pero ni siquiera tenía espacio en la cama para darme la vuelta. La tía lo acaparaba todo.
Eran principios de septiembre, ni siquiera hacía tanto frío aún. ¿Lo estaría haciendo a propósito?
—Bridget.
Nada.
—Bridget —insistí de nuevo.
Siguió sin moverse, aunque seguía respirando.
—Oso en hibernación.
—Mmm.
Sonreí, sabía que aquello funcionaría.
—Muévete un poco, ¿quieres?
Por mucho que me encantase tenerla pegada a mí, en ese momento necesitaba un respiro para calmarme. Y ella no ayudaba absolutamente en nada.
—No —protestó con voz somnolienta.
—Necesito que te muevas un poco —admití. Tal vez la sinceridad servía.
Permaneció inmóvil unos segundos hasta que se dio cuenta de lo que había provocado. Ladeó la cabeza hacia atrás para observarme con una dulce pero malvada sonrisa. Esas eran las peores.
—Oh. Ni siquiera son las ocho, ¿tan rápido te despiertas?
—Tú me has despertado —le recordé para que no se eximiera de su culpa.
—Tengo frío, no me puse una camiseta.
Cierto. Se quedó dormida en la segunda ronda y no pudimos seguir. Comencé a frotar sus brazos para que entrase un poco en calor, lo último que quería era que pescara un resfriado. Eso no pasaría en mi casa, mañana mismo encargaría poner el edredón. Bridget movió uno de sus brazos y las yemas de mis dedos comenzaron a deslizarse con suavidad por la piel tersa de sus costillas.
—¿Qué significa? —pregunté, recorriendo con delicadeza el lugar sobre el que se encontraba el tatuaje que tantas veces había tocado, pero del que aún desconocía su historia.
Llevaba mucho tiempo viendo aquellas pequeñas letras negras sobre su piel, preguntándome por ellas. Nunca había dicho nada porque imaginaba que tenía un significado personal, Bridget no parecía el tipo de persona que se tatuaba algo de por vida así sin más. Solo tenía esa palabra de siete letras en todo su cuerpo: fighter. Y supuse que si era el único, tal vez no se lo hizo porque le pareciera bonito.
—¿No me lo pude hacer porque sí? ¿Por qué era una adolescente? —probó a decir, aunque no me lo creí ni un poco.
—No, no creo. No te pega —admití.
—Eres peor que una vieja de pueblo —me acusó, pellizcándome el antebrazo de una manera bastante molesta.
—Si no quieres hablar de ello... —comencé a decir, odiaría que se sintiera presionada a revelarme algo acerca de su pasado con lo que no estaba cómoda.
—No, no es eso —negó.
Se acomodó mejor en la cama, dándome un poco más de espacio y tirando de mis brazos hasta que la rodearon por completo y pudo entrelazar sus dedos con los míos. La situación en general se me antojó muy personal, nunca había compartido esa clase de intimidad con otra persona, ni siquiera con Diane porque nunca nos amamos, y se sintió bien hacerlo con Bridget. Realmente bien.
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AARON ©
RomanceBridget es alegría, entusiasmo y corazón. Aaron, egocentrismo y chulería. Tan sólo basta una mirada a través de la barra para que dos mundos completamente distintos se unan. ¿Pero cómo reacciona un hombre acostumbrado a tenerlo todo al rechazo? ¿...