Capitulo cincuenta.

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                                                                       50.

Leah no sabe conducir.

Luego de que Justin se colara en mi habitación la noche anterior, nos había invitado a mí y a Liam a almorzar a su departamento. Mark iba porque… bueno, porque yo había obligado a Justin a invitar a Mark. Solo eran modales.

Liam, Justin y Damon conversaban animadamente en frente del ventanal del living, que llenaba de luz la habitación.

Mark, Kendall y yo estábamos sentados en el sofá.

Me levanté con Mark, y traté de incluirlo en la conversación de los chicos. Les sonreí.

—Metan a mi amigo en la conversación, o cocinaré yo. Lo juro.

Ellos soltaron una carcajada, y Liam lo posiciono a su lado. Mark lucía algo incómodo, pero trataba de que los demás lo vieran relajado. Su único pilar era Liam. Damon, le hablaba poco, solo cosas como, ¿quieres beber algo?, o  toma asiento. Mientras que Justin,  solo se limitaba a mirarlo de vez en cuando. El timbre sonó, y Kendall se levantó para abrir.

—¡Audrey!

Me levanté yo también, y fui a abrazarla. Luego, besé la mejilla de Adrián, y ellos entraron. El puesto de Justin en la conversación fue reemplazado por Audrey. Me senté en un taburete de la barra para mirar a Justin y a Kendall cocinar.

Apoyé mi mano derecha en la mejilla.

—¡Dios, mañana es tu cumpleaños! —Kendall sonrió emocionada, y le dio un empujoncito a Justin para sacar algo de refrigerador. Asentí con una media sonrisa. Papá haría una fiesta y mamá vendría a vernos.

—Ayer por la mañana enviamos las invitaciones. —Murmuré.

—Sigo pensando en que tu padre querrá matarme. —Justin sonrío y le lanzó a Kendall un delantal negro. Esta lo atrapó, y se lo puso, mientras ataba su cabello en una coleta.

Suspiré.

—De todos modos, eres amigo de Liam. Tenía pensado decirle a papá que… ‘’he vuelto’’ contigo.

—Leah, solo tengo dieciocho. Una vida por delante. No quiero que tu padre me envié con los pingüinos.

Otra vez. Dios, dame paciencia para soportar a mi novio.

—¡Que no te enviará con los pingüinos! —Él, y Kendall compartieron una risa.

—Bueno, haremos lo que tú quieras. —Justin se inclinó sobre la barra, y me dio un pequeño beso. Sonreí sin poder evitarlo.

El almuerzo fue grato, y poco a poco Justin y Mark intercambiaron algunas palabras. Pocas, pero lo hicieron. Justin solía ponerse celoso de él porque creía que yo le gustaba a Mark.

Totalmente absurdo.

Hace tres días, Justin había ganado un Ferrari jugando póker. Francamente, pensaba que hacia trampa, porque siempre terminaba ganando algo. Ya sea dinero, autos, cheques, joyas y mujeres, antes de estar conmigo, claro.

Miré el grandioso auto que tenía en frente. Liam, Justin, Kendall, Mark y yo iríamos al supermercado.

—¿Puedo conducir? —Le pregunté a Justin haciendo un puchero. Él me miró. Comencé a darle pequeños besitos por todo el rostro mientras él reía.

—Por favor cariño. —Dije una vez más. —Por favor, por favor, por favor.

—Preciosa… no sé…

—No la dejes. —Dijo Liam conteniendo su risa. —Leah no sabe conducir muy bien que digamos.

—Lo he vivido. —Le dijo Justin con una mueca, dejando al final una sonrisa en su rostro. Kendall y Mark, trataban de no reír. Me coloque ambas manos en la cintura, y los miré indignada.

—Tengo licencia para conducir. —Comencé. —Puedo hacerlo.

—Leah no pasó el examen de práctica. Solo el escrito. —Se burló Liam.

—Mi cerebrito. —Justin me abrazó y me besó la frente. Fruncí el ceño.

—Si lo pasé. —Le dije a Liam.

—Pero…—Liam soltó una risa. —Porque papá pagó una pequeña fortuna para que te dieran la licencia. ¿Lo recuerdas? El soborno no cuenta.

Mis amigos, incluido mi novio, explotaron en risas. Sentí el calor subir a mis mejillas, y quise golpear a Liam.

—Lo que cuenta es que la tengo. —Le dije sonriendo.

—Porque papá pagó para eso.

—Oh cállate ya.

—Tranquila muñeca. —Justin me miró. Aún seguía con su brazo encima de mi hombro, —Te enseñaré a conducir sin que el auto haga ese ruido que te hace doler hasta los dientes.

Rodé los ojos.

—Bien.

—Entonces podrás conducir cualquiera de mis autos. —Él sonrío, y me derretí.

—¿Hasta el Ferrari y el R8?

Sus ojos se abrieron.

—El R8 no.

—Está bien. —Puse mis ojos en blanco, y me subí de copiloto. Los chicos, aún se reían de mí.

Últimamente, todo estaba bien. Bueno, Isaiah no nos había encontrado, o simplemente no nos estaba buscado. Emily había desaparecido, en parte. Creo que solo nos dejó porque ella se quedó en Italia. Y Dominic, bueno, no tenía ni idea de donde estaba, pero sabía que esto no terminaba aquí. El seguiría, hasta conseguir su objetivo.

Hacernos daño.

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