Capitulo treinta.

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                                                                       30.

Tu padre me odia.

Justin’s POV.

El padre de Leah me miraba con el dedo índice puesto sobre su labio superior. Cada cinco minutos me analizaba, y ya comenzaba a ponerme nervioso. Y para más mala suerte, Leah se demoraba una eternidad. Era la primera vez, que estaba frente al padre de Leah.

No sabía si causaba buena impresión o no. Justo ahora andaba vestido con unos pantalones negros, una camiseta de cuello en v blanca, y una camisa de jeans sin ningún tipo de mangas encima de esta. Además de un sombrero negro. Tal vez, estaba pensando en mis tatuajes, y demás.

Por suerte, no había venido a buscarla en moto. Porque si hubiera sido así, probablemente me hubiera echado a patadas.

—Escucha, Justin.

Él suspiró y junto sus manos.

—¿Sí? —Levanté una ceja.

—Seré claro, iré al grano, y solo te explicaré una cosa.

Mierda, no me gustaba el ritmo de esta conversación. Quería que Leah bajara pronto y me sacara de esto. Pero no, era un hombre, así que debía hacerle frente a esta odiosa conversación.

—Hazle daño a Leah, y me encargaré de que vivas en la Antártida. ¿Comprendes? Con los pingüinos. Y además de eso, estéril.

Tragué. Joder Leah, baja. Pensé. Su padre probablemente me castraría si supiera que me he acostado con ella. Él me miró, tal vez porque no le respondí.

—¿Entendiste?

—Si, señor. —Respondí.

—Bien. Así me gusta.

Entonces, ella llegó al último escalón. Sonreí, y me levante. Su padre hizo lo mismo.

—Volveré a las siete. —Murmuró ella mirando a su padre, él sonrío y asintió.

—Liam va a traer a tu amiga a cenar. Y Mónica también estará aquí. ¿Por qué no vienes con Justin a cenar?

DEMONIOS.

Leah me miró interrogante, y a la vez asustada. Entonces, su padre se giró hacia mí para que yo respondiera al ver que ella no lo hacía.

—Claro, aquí estaremos. —Murmuré.

—Perfecto.

Leah se me acercó, y besé su mejilla en forma de saludo.

—Te ves preciosa. —Murmuré. Ella sonrió y su padre carraspeo.

—¡Papá! —Exclamó. Su padre soltó una risa.

—Vamos. —Murmuró ella tomando mi mano. —Adiós papá.

Le besó dulcemente la mejilla, y luego yo le tendí la mano. Él la tomó, y me hizo una seña de que me acercara.

—Ya sabes, en la Antártida. Con los pingüinos, y estéril. —Susurró.

Asentí, y caminé hacia la puerta con Leah.

Una vez en el Jeep, solté todo el aire que había contenido durante esos momentos.

—Tu padre me odia.

—¿Qué? —Ella se rió.

—Me odia. Y me ha dicho que si te hago daño me va a enviar a la Antártida con los pingüinos. ¡¿Me has escuchado?! ¡Con los pingüinos!

BANG. (Justin Bieber) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora