BANG. (Justin Bieber)

Capitulo cincuenta y cuatro.

                                                             54.

50 Sombras.

Kendall y yo estábamos eufóricas.

Mi mejor amiga, amaba leer, y me había contagiado eso en el último tiempo. Luego de que, hace dos, o tres meses atrás me hubiera obligado a leer 50 sombras de Grey, habíamos estado hablando de lo mismo durante dos semanas.

Ahora, la euforia, y la conversación volvía con el estreno de la película. Kendall había conseguido entradas para el estreno, que ya estaban agotadas. Había conseguido tres. Así que decidimos invitar a Audrey para que fuera con nosotras.

Estábamos las tres sentadas en el living de Justin y Damon, hablando como locas. Bueno, yo y Kendall. Audrey no sabía mucho sobre el libro, así que se limitaba a preguntarnos cosas, y escucharnos hablar. Justin, Damon y Adrián nos miraban mientras comían gomitas desde la barra de la cocina.

Justin se levantó con el bote de gomitas y los chicos lo siguieron. Se veían como niños, no dejaban de comer gomitas y por alguna razón les salía tierno masticarlas. Se sentaron los tres en el sofá que se encontraba en frente de nosotras, sin dejar de mirarnos. Justin tomó el segundo libro de la trilogía, que era de Kendall y lo tenía en la mesa de centro. Yo también tenía los ejemplares. Me los había dado Kendall para mi cumpleaños, y los había dejado en la habitación de Justin. No había querido llevarlos a casa por miedo a que papá los viera. No me daba miedo, en realidad. Si no vergüenza.

—¿Qué se supone que le encuentran? —Preguntó.

—La pregunta es que no le encuentro, Justin. —Dijo Kendall suspirando.

—Debería dejarte y conseguirme un Christian Grey. —Dije sonriéndole a mi novio.

Él me miró indignado. Y los chicos se burlaron. Kendall miró su reloj y pegó un salto. Se posicionó en frente de su casi novio, y lo besó en los labios.

—Las llaves.

Damon la miró con el ceño fruncido.

—¿Qué llaves? —Se cruzó de brazos.

—Las de tu nueva camioneta. Venga, que me harás llegar tarde. —Le dijo cruzándose de brazos también. Damon suspiró resignado y se levantó un poco para sacar las llaves de su camioneta nueva, del bolsillo trasero de su pantalón.

—No dejes que conduzca Leah.

Puse una mano en mi cadera, y lo miré. Justin y Adrián me miraron divertidos.

—Dame eso. —Le quité las llaves a Kendall, y besé a Justin en los labios robándole una gomita en el acto. Caminé hacia la puerta, y les sonreí. Le mostré a Damon mi dedo de en medio.

—Métetelo por donde te quepa. —Sonreí. Él soltó una risa.

—No me hagas volver a recordar tus pechos, pequeña.

—¡Cállate!

Las chicas salieron, y cerré la puerta soltando una risa. No conduje, no tenía ganas. Había hecho eso solo para molestar a mi mejor amigo. Llegamos al cine veinte minutos después.

Hicimos la fila, compramos palomitas, soda, y nos acomodamos en nuestros asientos.

La película comenzó.

La sala, estaba repleta de chicas. Los suspiros y jadeos colectivos se hicieron presente en cada escena de la película. Dos horas después, íbamos de vuelta al departamento.

—Joder. Leeré los libros de nuevo. —Dije mirando al frente. Kendall conducía. Audrey y yo íbamos atrás.

—Joder, pagaría por tener un hombre así. —Dijo Kendall aparcando en los lugares de los chicos. Tomamos el ascensor, y rápidamente llegamos al departamento.