Capitulo diecisiete.

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                                                              17.

Lo que pasa en California, se queda en California.

—¿Fumas? —Pregunté acomodándome bien mi cartera. Justin le dio una última calada a su cigarrillo, y luego lo arrojó al suelo. Me miró, y se encogió de hombros.

—Algunas chicas dicen que me hace parecer sexy.

—Te hace parecer como si fueras a morir de cáncer. —Él me dio una de esas sonrisas sensuales que tenía, y negó con la cabeza.

—Supongo que, el que estés aquí significa que aceptas mi invitación, ¿no?

Se posicionó bien, ya que hace unos segundos había estado recostado ligeramente sobre su jeep negro. Fue a la puerta del copiloto, y la abrió para mí. Me tendió una mano, y subí. Luego, lo tenía a mi lado. 

—¿Enserio vas a cocinarme algo? —Pregunté.

—Pues claro. Sé cocinar muchas cosas. —Él sonrió. Miré su muñeca, usaba el reloj Calvin Klein que yo le había dado para navidad.

Llegamos a su departamento, y dejé mis cosas en el sofá. Estaba cansada, habíamos llegado ayer de California, y hoy habíamos tenido clases. Hoy era viernes, así que no me preocupaba de mucho. Era de lo más estúpido, volver un jueves para ir el viernes a clases. Solo fui para saludar a las chicas.

Él se puso en la cocina, y yo en un taburete de la barra a mirarlo. Se quitó la chaqueta negra que usaba, y luego se deshizo de su camiseta. Me quedé embobada mirando los músculos de sus brazos, y su fornido torso.

—¿Te gusta lo que ves? —Preguntó riendo. Me encogí de hombros.

—He visto mejores. —Respondí.

—Solo por esta vez, haré como que te creo. —Me guiñó un ojo.

Justin estaba preparando Risotto, con una pequeña porción de carne. Me gustaba verlo moverse y como se tensaban sus músculos. Hablamos toda la tarde sobre un sin fin de tonterías.

—¿Enserio no sabes cocinar? —Preguntó incrédulo. Negué con la cabeza.

—Soy un asco. Mi esposo tendrá que vivir a base de sándwiches, pizza, y comida congelada.

—A mí no me molestaría vivir a base de lo que has nombrado. Aunque tendríamos que pagar un gimnasio. —Sonrío. Y solté una risa.

—¿puedes dejar de ligar conmigo? —Pregunté.

—No, últimamente se me hace imposible. —Contestó.

—Idiota. —reí.

—Sabes, me está quedando bueno. Claro, no tan bueno como lo estoy yo. —Se mordió el labio inferior y luego me dedico una sonrisa.

—Hace un poco de calor, ¿no crees? —Murmuró segundos después.

—Hm, si un poco. —Contesté coqueta. Él se dio media vuelta, y se secó las manos con una pequeña toalla de cocina. Luego, mino hasta mí, y me dio vuelta la silla para quedar en frente de él.

Bajó sus manos, y con una sonrisa las pasó por mi cintura, y las entrelazó en mi espalda.

—Me gustas. Me gustas mucho. —Susurró. Sacó su mano derecha, y me acarició la mejilla. Solo me sujetaba de la cintura con una mano, pero con un poder inmenso. Colocó un mechón de mi cabello detrás de mí oreja, y luego posó su mano libre en mi mejilla.

BANG. (Justin Bieber) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora