Capitulo setenta y siete.

7.2K 500 96
                                    

77.

¿Dónde estás? -Parte dos.

(ULTIMOS CAPITULOS)


Pienso que, este es el capítulo que han esperado toda la novela sin saber en realidad que lo están esperando.


Leah's POV.


Desperté de golpe, y asustada como el demonio. Maldición. No era una sueño, era una pesadilla y lo peor es que todo era real. Por un momento, creo que mi subconsciente creyó que esto era parte de si mismo, una fantasía. Pero no.

Estaba atada a una silla. Mis manos hacia atrás amarradas con cuerda, al igual que mis pies. Además estaba amordazada. Solté un bufido y me moví desesperadamente. Luego de darme cuenta de que en realidad estaba secuestrada el pánico me invadió por completo.

Comencé a mirar hacia todas las direcciones. No había ninguna ventana. Pensé que era un desván. Un sótano. No había nada más aquí que suciedad, la silla donde me encontraba sentada, una silla en frente de mí, y probablemente montones y montones de arañas escondidas por doquier. Pensé en Justin, en mi papá, en Liam y en mi madre.

Luego en mis amigos. ¿Cuánto tiempo había pasado? No tenía noción. Podría ser de día, de noche. Podrían haber pasado horas, o incluso días. Tal vez estaba lloviendo fuera y yo no podía saberlo. No se oía nada. Una sombría luz amarilla me alumbraba justo por arriba de mi cabeza, tal y como pasa en las películas terror. Las lágrimas corrían silenciosamente por mis mejillas. ¿Alguien se habrá enterado de que desaparecí? ¿Qué querrían? ¿Violarme? ¿Tal vez dinero? No podía recortar nada. Lo último que había sentido había sido ese cuerpo formado, detrás de mí, y esa mano con el paño en mi nariz.

Me habían drogado. Suspiré y miré mi ropa. No estaba sucia, y no me faltaba nada así que descarté la opción de haber sido abusada o algo por el estilo. Me relajé apenas, aún estaba descontrolada y no podía parar de llorar. Las muñecas me dolían, y justo hoy había decidido ponerme esos jodidos zapatos que me apretaban la punta del pie.

Me quede allí. Reí ante mi pensamiento. ¿Dónde más podía ir? Estaba atada. A veces, la vista se me nublaba y sabía que era por la sustancia usada en el paño para dormirme. Mi estómago reclamaba por comida. Y mis ojos no paraban de echar lágrimas. Me quede boca abajo, mirando el cemento frio, gris y polvoriento. Luego fije mi vista en la silla de madera que tenía en frente. Y seguí llorando.

No sé cuánto tiempo después un ruido hizo que subiera mi rostro. Tenía miedo de encontrarme con un asesino en serie, o peor. Iba a morir, eso estaba seguro.

Un hombre entro. En realidad, no era taaaan hombre. Tal vez dos o tres años mayor que yo. Lo miré sin decir nada. El traía una mesa que coloco al lado de la silla de madera. Me miró y avanzó hacia mí. Quito con brusquedad la tela que me amordazaba y rodo los ojos. No hablé. Solo trague saliva, y mis lágrimas siguieron cayendo, solo que más intensificadas.


-Para de llorar. -Me ordenó duramente. Lo miré despectivamente, e intente fijarme en cada característica en caso de sobrevivir. Sus ojos eran tan oscuros como la noche. Su piel era blanca, era alto, delgado, y su cabeza estaba llena de rizos que lo hacían verse como un niño bueno.

-He dicho que pares. -Alzó la voz. No dije nada. Me mordí el labio para que mi respiración y algunos sollozos que se me escapaban no se escucharan.

-¿Qué vas a hacerme? -Susurré.

-No hables. -Él dejó algunas cosas sobre la mesa. Mi estómago se revolvió. Eran armas.

BANG. (Justin Bieber) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora