Capitulo diecinueve.

12K 643 85
                                    

                                                                  19.

Dime toda la verdad.

Justin me abrazaba, y acariciaba mi espalda mientras disfrutábamos de la vista que tenía su departamento. Damon conversaba animadamente con Kendall mientras veían la televisión. Suspiré, y giré levemente para quedar justo en frente de Justin.

Bien, había llegado la hora.

Justin iba a tener que decirme toda la verdad tomé su mano, y tiré de él hasta que llegamos a su habitación. El miró confundido.

—Tenemos que hablar. —Murmuré. Sus ojos se abrieron.

—Bueno, aún no somos novios así que no me preocupa mucho la frase.

—Tienes que contarme todo Justin. Por favor. —Supliqué.

 Él suspiro.

—Bien. Tendremos una noche de inmunidad. Me preguntarás cosas, porque se me hace difícil contar cosas de mi vida por voluntad propia. —Murmuró mirando nuestras manos entrelazadas.

—Esta bien. —Susurré. Con mi mano derecha, acaricié su mejilla, y su mandíbula.

—No quiero que te sientas obligado a contármelo.

—No me siento obligado Leah. Te lo contaré porque quiero hacerlo. —Me besó la frente. Y luego se recostó. Me hizo una seña para que me recostara junto a él, me abrazó por los hombros, y me recosté en su pecho.

—Adelante. Pregunta. —Murmuró acariciando mi cabello. —Te responderé con toda la verdad hasta que amanezca.

—¿Naciste acá en Australia? —Comencé. Él negó con la cabeza.

—Soy canadiense. —Respondió.

—¿Qué hay de tus padres?

—Hm, empezamos lo complicado, eh. —Soltó una pequeña risa. —Mi madre era una prostituta. Se suicidio cuando yo tenía ocho. Mi padre era policía. Y nos dejó cuando yo tenía doce. —Él suspiró.

—¿nos? —Susurré.

—Tengo un hermano. —Murmuró. —Es mayor que yo.

—¿Viviste con él después de que tu padre se fue? —Dios, me dolía preguntarle esto. No podía imaginar lo que estaba pasando por su mente en estos momentos. Seguía quieto, respirando pesadamente, y acariciando mi cabello con su mano izquierda.

 —No. —El miraba a la nada. —Él también se fue.

Sentí… como si me apuñalaran. Directo en el corazón.

—¿Con quién viviste?

—Aline. Una amiga y compañera de mi padre. Comencé a vivir con ella unos meses después que mi hermano también se fuera. Ella es como una madre, para mí.

—¿Aún la vez? —Murmuré jugando con su mano. Entrelazaba nuestros dedos, le acariciaba, y luego los volvía a entrelazar. Era un círculo vicioso.

—Claro que sí. Viene a verme por lo menos dos veces al mes.

—¿Cómo llegaste acá?

—Programa de protección a testigos. Aline tuvo que hablar muchas veces sobre mi padre, y nos enviaron aquí. Ahora, la han transferido a España. —respondió.

—¿Cómo conociste a Damon? —Él sonrió.

—Tenía trece años. Mi tío, hacia trucos de magia, y se ponía en la calles de Canadá a estafar a la gente. Ya sabes, ponía tres cartas sobre una mesa y las cambiaba de lugar mientras la gente hacia apuestas. Sé un millón de trucos. El punto es que, un día salí con Aline al centro comercial. Fuera de él, estaba Damon. Aline y yo acabábamos de llegar a Sydney. Le pedí unos dólares, y los monté en la apuesta. Un chico mayor que Damon hacia los trucos, y él incitaba a la gente a apostar. Como yo ya sabía en qué posición quedaba la carta de la reina, gané todo el dinero y Damon me felicitó algo enojado. Cuando entré a estudiar en el internado, nos dimos cuenta de que éramos compañeros y desde ahí somos inseparables. Solíamos hacer el truco de las cartas y otras cosas para ganar dinero.

BANG. (Justin Bieber) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora