Capitulo dieciocho.

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                                                             18.

Alguien está siguiendome.

—Aplacemos la apuesta la apuesta. Puedo hacerlo Marcus. Puedo volverme la novia de Justin, solo… dame un poco más de tiempo.

—Ay, pastelito. Prácticamente te estoy dando mi dinero. —Murmuro por el teléfono.

—Vamos, por favor. —Supliqué.

Me encontraba sola, en el centro comercial de Sydney. Había hecho algunas compras para mí. Me compré un jugo natural, y seguí recorriendo ciertas tiendas. Me apoyé en un pilar blanco del centro comercial, y vi que tenía un mensaje de papá.

 ''Llega pronto. Tengo un viaje, y necesito hablas con los dos.’’

Mi auto estaba en el taller. Así que tomaría un taxi. Bajé las escaleras del centro comercial y salí de él. Caminé por una de las calles principales, para poder conseguir un taxi y llegar a casa. Eran las cuatro de la tarde, y no había mucha gente en las calles. De mis manos colgaban por lo menos nueve bolsas, y ya me sentía cansada. Una o dos personas recorrían las calles. Entonces, un tipo de unos veinte y tantos años se posicionó cerca de mí como si fuera a buscar un taxi. En este puto momento, no pasaba ninguno. No podía ver el rostro de ese hombre. Estaba usando una sudadera gris con capucha, jeans oscuros, y zapatillas grises. Por su atuendo, no le daba mucha edad. Luego de unos minutos, se sacó la capucha, pero aún no lograba ver su rostro. Me estaba dando la espalda.

Comencé a ponerme nerviosa, porque estaba sola, completamente sola. Las pocas personas que transitaban caminaban rápido, o gritándole a alguien por teléfono.

Decidí ir a tomar un taxi a la calle siguiente. Y ahí fue, cuando tuve un mal presentimiento. El tipo comenzó a caminar detrás de mí. Al principio, rogué a Dios que fuera una simple y estúpida coincidencia, y que era yo la que estaba pensado mal. Mis pensamientos empeoraron cuando caminé cinco calles, lo más relajada que podía para no demostrar miedo, y discretamente comencé a marcarle insistentemente a Liam y a papá. Luego, dejé en el teclado escrito el número de emergencias por cualquier cosa.

Cuando ya había caminado ocho cuadras, supe que esto iba a resultar jodidamente mal. Estaba asumiendo el hecho de que tal vez querían secuestrarme, violarme, o venderme a los turcos, o musulmanes… o a esos tipos que trafican mujeres guapas. ¡Dios! ¡Tal vez quería mis órganos!

Está bien, era un poco de exageración, pero todo podía pasar. Mi respiración comenzó a agitarse, y me atreví a echar un vistazo para atrás.

Era él chico.

Ese chico que le disparó al auto de Justin en nuestra primera cita. Entonces comencé a correr. No sabía dónde ir, solo comencé a correr, y de pasó miré nuevamente hacia atrás. Él estaba corriendo también. Corría como si alguien lo persiguiera, aunque yo era la que estaba siendo perseguida. Todo parecía encajar, y tratando de armar el rompecabezas, llegué a la conclusión de que él me había mandado el mensaje que decía que Justin no era quien yo creía. Junto con la foto, de la que por cierto jamás le había mencionado a Justin, a pesar de pensar en hacerlo muchas veces.

Estaba en una parte de Sidney que no conocía. La calle estaba desierta, y las casas tenían un aire pintoresco, no eran casas de gente con mucho dinero, pero si gente decente. Mi corazón daba mil latidos por segundo, creí que me moriría de un infarto.

Pero seguí corriendo.

Entonces, al pasar por el lado de un callejón sin salida, alguien tironeo de mi brazo, y me sujeto con fuerza.

BANG. (Justin Bieber) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora