Capítulo 48 🍎

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Christopher

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Christopher.

En los 30 años que llevo con vida he experimentado la sensación del miedo en muchas ocasiones. Las más aterradoras solo ocurrieron dos veces.

La primera vez, cuando por accidente Tristán y yo en nuestra adolescencia estrellamos el auto de mi madre, quien nos hizo sufrir.

La segunda ocasión, cuando mi sobrina se me perdió en el centro comercial de la ciudad de mis padres por estar hablando con Roxanne.

Fue lo peor que pude haber hecho en esos momentos.

Ahora sucedía la tercera. La mujer que yo amaba parecía no ser la que conocía, para nada. Y tenía miedo, miedo de conocerla en verdad. Ya había visto y escuchado lo suficiente. No debía, pero temía por mi vida.

En especial cuando ella me ordenó girarme, a lo cual obedecí para encontrarme con que me estaba apuntando con la misma arma que uso para quitarles la vida a esas dos personas.

La mirada que me daba ahora, era diferente con la cual me observó antes de esperar a que fingiera estar dormido.

«¿Ella sabía eso también?, ¿desde cuándo sabe que la estuve siguiendo?».

Quise retroceder para entrar de una buena vez a mí auto, pero ver a Becca quitar nuevamente el seguro del arma me convenció para quedarme totalmente quieto. Parecía como si estaba a punto de ser arrestado.

«Por Dios».

—Preciosa, ¿qué harás con él?—preguntó el chico poniéndose detrás de ella.

Apreté la mandíbula, aunque estuviera muerto de miedo porque ya no reconocía a la mujer que amaba, los celos eran inevitables al ver como ese sujeto se le acercaba más de lo debido.

—No es de tu incumbencia—respondió tajante.

—Sí lo es cuando nos vio a los dos asesinando a esas personas—colocó una mano en el hombro de la castaña, lo que solo consiguió que un gruñido de molestia saliera de lo más profundo de mi garganta.

Becca alzó una ceja, divertida. Se movió a un lado, quitando la mano de su hombro bajo mi atenta pero temerosa mirada. Seguido dijo lo siguiente:

—Marco, encárgate de los cuerpos. Quémalos, mételos en acido, o incluso hazlo pasar como un robo, no me interesa. Tengo que irme.

¿Cómo de esa boca que había besado tantas veces podían salir palabras sin insensibles? ¿Cómo esas preciosas y delicadas manos podían sostener algo que les quita la vida a los demás?

—¿Estás segura de lo que dices?—el tipo no miró a Becca, ahora me dirigió la mirada a mí.

No sabía si temía porque yo hiciera algo, o porque Becca me hiciera algo a mí.

Ambiciosa Atracción © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora