Capítulo 52 🍎

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Christopher

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Christopher.

Domingo 29 de noviembre, 10:30 a.m.

El ruido de algo cayendo contra el suelo consiguió despertarme de mi extraño sueño. Abruptamente me incorporé, en busca de lo que fuera que causo el estruendo. Al instante descubrí que fue una mala idea.

Mi cabeza dio vueltas, logrando que lleve una mano a ella. Cerré con fuerza los ojos, intentando apaciguar el dolor. Al no conseguirlo los abrí de nuevo e inspeccione a mí alrededor, descubriendo que estaba en mi habitación.

La única iluminación dentro de la habitación era la luz proveniente de afuera. El cielo parecía estar nublado al igual que ayer, pero igual pude ver.

Mis cejas se fruncieron, confundido. ¿Desde cuándo estaba en ella cuando lo último que hice fue...?

Realmente no tenía idea.

Lo último que recordaba claramente era haber estado varado frente al departamento de Becca con el auto, luego me marche, y llegué a un bar conocido de la ciudad. No podía dejar de de pensar en Becca, así que hice lo único que hacia cuando no estaba bien.

Beber.

Era un asqueroso mal hábito que había adquirido después de descubrir las infidelidades de Roxanne, pase por una racha muy mala en mi vida en la cual estuve semanas bebiendo para dejar de sentirme como un idiota por no ver lo que sucedía frente a mis narices.

Otro fuerte golpe capto mi atención. ¿Qué carajos...?

Baje los pies de la cama y me paré como pude, me sentí mareado al primer intento de dar un paso. Tuve que sostenerme de lo primero que mi mano pudo alcanzar mientras la otra presionaba la sien.

¿Cuánto había bebido? Al parecer lo suficiente para que imaginara que me golpearon la cabeza con un martillo luego de ser aplastado por miles elefantes.

—¿Quién está ahí?—cuestioné saliendo de mi habitación, mi voz salió rasposa, y me dolió la garganta al hablar.

Maldita sea, necesitaba una aspirina y un buen trago de agua.

Deje de lado el intenso mareo y caminé a paso lento en dirección a dónde provino el último ruido extraño. Cada vez que me acerqué más a la sala de estar se oían pisadas apresuradas y quejidos de mujer.

«Espera, ¿qué?, ¿una mujer?».

Mi cuerpo se tensó con ese pensamiento en mente. Y cada metro restado de la sala de estar, fui reteniendo la respiración, a la expectativa de lo que pudiera encontrarme. ¿Quién podría ser?

Solo existía una mujer quien podría entrar a mi casa libremente.

Mi pecho y ser se lleno de esperanza con solo imaginar que ella pudiera estar a unos pocos pasos de mí. No quise ilusionarme, se suponía que estábamos lejos del otro, que no debía verla, pero no pude no hacerlo.

Ambiciosa Atracción © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora