Intrépido Amor #1.
Becca Edwards es una carismática, dominante e intrépida joven con un pasado misterioso el cual la atormenta en secreto.
Una noche antes de regresar a clases en la universidad, mientras espera a que su mejor amiga salga de su trab...
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Becca.
Christopher estacionó el auto frente a donde vivía.
Ya eran pasadas las ocho de la mañana cuando decidimos salir del hotel. Hotel en el cual la pasamos increíble, más que increíble. Dimos una parada rápida en una farmacia para que pudiera comprar la pastilla y luego a una tienda a por agua.
Fue una suerte que en la habitación hubieran preservativos ya que yo no había llevado nada, porque no tenía ese tipo de planes. Ninguno sabia que terminaríamos por encontrarnos, y luego teniendo sexo.
Y comprar la pastilla era más un segundo método de cuidado.
«A doble seguridad no hay embarazo».
Una risita se me escapó por mis tontos pensamientos, captando la atención del castaño.
—¿Y eso?—cuestionó, haciéndome voltear la cabeza en su dirección.
—¿Qué cosa?—le devolví la pregunta.
—Estas muy feliz—afirmó.
Apoyé mi cabeza de costado en el respaldo.
—Siempre estoy feliz luego de tener sexo, que cosas obvias dices.
Me sonrió en grande.
—Guao, es bueno saber eso. Habrías herido mi orgullo de saber que no la pasaste bien.
Puso una mano en su pecho, en la zona del corazón, fingiendo estar lastimado. Moví la cabeza, divertida por su absurda actuación.
—¿Quién no estaría feliz cuando le dan una follada como la que tú me diste?—inquirí.
El rostro de Christopher enrojeció levemente, demostrando timidez. Mi boca se entreabrió, sin poder creer lo que estaba presenciando.
—No puedo creer que te sonrojes cuando prácticamente me hiciste llamarte Daddy, Christopher.
Mordí mi labio, y sonreí de lado.
—Solo lo hice porque tú comenzaste...—comentó, apenado.
—Y aún así te gusto mucho—señaló—. Te metiste mucho en ese papel, fue como encontrar una nueva faceta que no creí que tuvieras.
—Digo lo mismo.
—Eso me gusta. Me encanto, fue fascinante verte tan... dominante.
Puse una mano en su rodilla, la cual de a poco ascendió.
—¿De verdad?
La otra mano libre que tenía la utilicé para sujetar su barbilla. Mis dedos sintieron su rasposo mentón a causa de la creciente barba en su piel, dejando a un lado eso, hice que acercara su rostro.
