Capítulo 50 🍎

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Becca

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Becca.

Acepté el pote de helado que Violett me extendió.

—No tienen que quedarse, estoy bien—informé a las dos mujeres en la habitación.

No perdí tiempo y le quité la tapa para proseguir enterrando la cuchara grande que me dio junto al pote, para luego sacarla con una gran cantidad de helado.

—Sigues mintiendo.

Llevé la porción de helado rápidamente a mi boca, para así no responder a sus palabras, y especialmente para dejar de sentir el nudo que se estaba formando en la garganta junto con el malestar en la boca del estomago.

La cabeza me estaba empezando a dar vueltas, sentía una leve presión en el pecho, y la idea de que algo horrible estuviera por venirse se me cruzó por la mente desde que Christopher dejo el lugar donde yo vivía desde hace ya un tiempo, donde llevaba escondiéndome de la realidad.

Sentía como si una parte de mí e estaba yendo, dejándome en medio de una penumbra de la cual no lograría salir. Las ganas de llorar se intensificaban de solo seguir profundizando esos pensamientos.

«¿Y si todo se había terminado?».

—No puedo creerlo, todavía no—Tristán y sus exclamaciones me sacaron de los pensamientos oscuros en los cuales me estaba hundiendo de a poco.

Pestañé, haciendo a un lado la tristeza que se asomaba. No estaba sola, no podía mostrarme débil de repente.

—Tristán, ya sé que es mucho por procesar pero...—comenzó Violett.

El rubio se dio vuelta, dejando de tocar todos mis objetos colocados en los estantes.

Luego de que Christopher se fue estuvo un tiempo abajo viendo todas las computadoras que tenía, dijo que como una pared era corrediza y había un lugar así, de seguro encontraba otra oculta si movía algún libro u objeto en algún estante.

—¿Por qué debía enterarme que masturbaste a mi amigo?—objetó.

—¿Qué?—balbuceó Wendy.

Ella no sabía sobre eso.

Pensé que diría algo más importante que eso. Básicamente creí que el enterarse de todo lo demás fue más impactante que descubrir eso.

—¡En un lugar público para completar todo!

—¿Ustedes hicieron eso?—me miró la pelinegra, sorprendida.

Los brazos del rubio se abrieron y alzaron en el aire, dándole más exageración a sus palabras de las que ya tenía. Agradecía el no tener vecinos en este pequeño edificio, o ya se habrían quejado de escuchar la voz junto a las palabras estúpidas que liberaba.

Violett al escucharlo agachó la cabeza, negando repetidas veces, como si se estuviera arrepintiendo de traerlo con ella.

—Dios—bufé—. No es de las peores cosas que he hecho, Tristán.

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