Mi propio reflejo

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*Visión de Pablo*

Al girarme me di cuenta de que había tocado fondo. Vi un reflejo de mí frente a mis ojos, como si me estuviese mirando en un espejo. Pero sabía que no se trataba de eso, pues allí no había ningún espejo. También me percaté de esto porque la persona que estaba delante de mí era un poco más alta que yo. La verdad es que podría decirse que me estaba viendo a mí mismo, pues la melena pelirroja era la misma… Un momento…

Afiné la vista dentro de lo que cabe. Aquello no podía estar pasando. Debía ser un sueño. No es real.

-Debo dejar la bebida y las drogas. –dije con bastante trabajo mientras se me trababa la lengua.

Tras aquello me desmayé. Noté como me desvanecía y caí al suelo dándome un fuerte golpe en la cabeza. Una voz retumbaba en la lejanía en mis oídos.

-¡Eh, eh! ¡Despierta! ¡Joder! –dijo aquella voz.

No recuerdo nada más después de eso. Permanecí inconsciente hasta sabe dios cuando. Sin embargo los sueños no tardaron en llegarme.

Me encontraba encima de un escenario. Había mucha gente alrededor de él. Parecía un pequeño bar de los que suelo frecuentar. Miré a mis lados y pude ver a John a un lado y Oliver al otro. Ambos sonreían a toda la gente que había delante de mí. Me encontraba realmente confuso en el centro de aquel escenario, delante de un micrófono y con mi Gibson Flying V al hombro. ¿Dónde estaba y cómo había llegado ahí? Pensé un instante y lo único que pude sacar en claro es que aquella era mi banda. Addicted To Chaos, subida en un escenario lista para tocar. Sabía que detrás de mí se encontraba el batería, aquella persona que teníamos que buscar con desesperación para formar la alineación de la banda. Si me giraba podría verle la cara y saber quién sería, aunque aquello solo fuese un sueño, y no la realidad.

Con lentitud y algo de miedo me giré para mirar detrás de mí. Cerré fuerte los ojos y los abrí. Allí estaba el muchacho que ocuparía el puesto de batería en la banda. De pie junto a su instrumento alzando sus baquetas al público en forma de saludo, bastante sonriente. Dio unos golpes al bombo de la batería y la gente comenzó a gritar. Aquel chico parecía seguro de lo que hacía. Tenía la melena negra muy rizada que le llegaba por debajo de los hombros. No pude ver más de él, excepto una camiseta que llevaba de The Misfits.

Instintivamente recorrí con mi mirada el resto del escenario. En una de las esquinas cerca de la batería visualicé unas pequeñas escaleritas. Posiblemente fuera por ahí por donde subiríamos. Me encontré a un muchacho apoyado en la pared en los peldaños de aquellas escaleras. Tenía los brazos cruzados y me observaba fijamente. La oscuridad del sitio no me permitía ver con claridad, ya que los focos solo apuntaban al escenario y no a aquel chico. Agudicé la vista sin moverme de mi sitio y me di cuenta de que estaba viéndome a mí mismo. Supe que era yo mismo por aquella melena pelirroja inconfundible. Aunque… espera.

Se parece a la persona que vi en la lavandería antes de desmayarme. O al menos eso creo yo, y si no pues debía ser un clon perfecto. Con una mirada escrutadora me repasaba de arriba abajo. Una mano en mi hombro me hizo devolver la mirada al público. Era John indicándome que debíamos empezar.

Miré mi guitarra y dirigí mis manos a ella sin tener ni idea de que iba a tocar. Pero en aquel momento la escena cambió en su totalidad. Me vi sumido en una completa oscuridad frente a una persona. Una persona que reconocí al instante. Era Carol. Me acerqué a ella para intentar tocarla, pero entonces el sueño terminó, impidiendo que mi mano y la suya se tocasen.

-¡CAROL! ¡NO! –exclamé despertando de un sobresalto.

Mi mirada estaba perdida en la nada y mi respiración completamente agitada. Levanté la cabeza y eché un vistazo al sitio en el que estaba. Me encontraba tumbado en una cama de una habitación a oscuras. Miré a mi lado esperando a Mary junto a mí, pero no era así. Nadie estaba en aquella habitación excepto yo, solamente yo. No reconocía el lugar, no recordaba haber estado antes en aquel sitio. Así que en mi apartamento era seguro que no estaba. Había una ventana a mi derecha por la que penetraba la luz que emitía la luna e iluminaba parte de la habitación. No se escuchaba ni un solo un ruido, todo estaba en completo silencio.

The Day That Never ComesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora