Última esperanza

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-¿Steve? Sí, soy yo, Carol. –dijo Carol con el auricular sobre su oreja.

-¡Hey, Carol! ¿Qué tal? –preguntó Steve.

-Bastante bien, la verdad. No me puedo quejar. –contestó Carol mirando de reojo al sofá dónde se encontraba James.

-Y quién no lo estaría, pequeña. ¿Cómo te va por allí? –dijo Steve riendo.

-Pues un poco desorientada, mañana empiezo las clases. –dijo Carol algo nerviosa.

-Bueno, bueno. No te preocupes por eso, te adaptas rápido a las cosas. Te irá bien, seguro. –dijo Steve animándola. -¿Y James, cómo le va?

-Ajetreado. Dentro de dos semanas empezamos la gira. Si yo estoy agobiada imagínate él. –dijo Carol entre risas.

-La verdad es que sí. ¡Salúdale de mi parte! –dijo Steve.

-Claro, un momento. ¡James! ¡Saludos de parte de Steve! –exclamó Carol desde dónde se encontraba para que James se enterase.

-¡Hola, mariquita! –exclamó James desde el sofá.

Steve rio al oír la respuesta de James.

-Ya te has enterado, Steve. –dijo Carol riendo. –Por cierto, Steve. James te habrá dicho lo del contrato, supongo.

-Sí, sí. No hay ningún problema. Te entiendo perfectamente, bueno, os entiendo a los dos. –contestó Steve con sinceridad.

-Gracias, Steve. Te lo agradezco, de verdad. –dijo Carol en voz baja con timidez.

-No hay nada que agradecer, Carol. Bueno, os dejo que tengo que marcharme. Ya hablamos, pequeña. Un abrazo. –dijo Steve despidiéndose.

-Adiós, Steve. Un abrazo. –dijo Carol sonriendo mientras colgaba.

Carol volvió a dirigirse al sofá y se acurrucó bajo el brazo de James. Le encantaba notar su presencia cerca, pero recordó en aquel momento que dentro de poco tendría que separarse de él otra vez.

-Oye, James. –dijo Carol alzando la mirada hacia él.

-Sí, dime. –contestó James sin dejar de mirar la televisión.

-¿Queda tu apartamento cerca de aquí? –pregunto ella.

-Sí, está cerca. Por eso elegí este apartamento para ti. –contestó él sonriéndole.

-Entonces, ¿cuándo me llevaras a verlo? ¿Tan mal lo tienes que aún no me lo has enseñado? -preguntó ella haciéndole cosquillas en el costado.

James no pudo evitar revolverse en su sitio y reír por la pregunta de Carol.

-No está tan mal, eh. El problema es que no soy precisamente ordenado. –contestó James con una amplia sonrisa.

Ella no pudo evitar reírse al imaginar cómo sería el apartamento de James. La verdad es que tenía mucha curiosidad por verlo.

-Bueno, cuando vaya te diré si lo eres o no. –contestó Carol riendo. –Por cierto, ¿te quedas a dormir aquí? Es un poco tarde.

-Lo de que es tarde es una excusa, ¿cierto? Para mí nunca es tarde. –dijo él mirándola pícaramente.

-Quizás sí que lo sea, pero solo un poco. –dijo Carol apoyando su cabeza sobre el pecho de James para así ocultar su cara.

-Está bien, me quedaré a… dormir. –contestó James besando el cuello de Carol.

*Visión de Pablo*

¿Cuántas horas llevo ya sobre este asiento? Estaba deseando llegar a San Francisco, ya no sentía las piernas, se me habían quedado completamente dormidas. Decidí salir de mi asiento para estirar un poco el cuerpo e ir al baño. Me encontraba un poco mareado, así anduve por el pasillo del avión tambaleándome levemente  mientras me sujetaba a los reposacabezas de los asientos.

The Day That Never ComesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora