El tren de la locura

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*Visión de Pablo*

La misma mañana en la que Carol marchó rumbo a San Francisco...

Unos breves golpes en mi pie me despertaron. Por un momento me sentí desorientado al no saber exactamente dónde me encontraba. A los segundos pude percatarme que era la habitación de Mary. Una claridad breve iluminaba la habitación. Miré hacia la ventana y vi que el cielo estaba nublado, amenazando con llover. Giré mi vista a mis pies y vi a Dave de pie frente a mí dándome leves pataditas para que me despertase. Cuando nuestras miradas se cruzaron me hizo un gesto para que mantuviese silencio y seguidamente señaló a Mary. Me indicó con aquello que tuviese cuidado para no despertarla.

Me levanté lentamente y observé la cama donde descansaba Mary. Parecía estar profundamente dormida. Sus labios entreabiertos le permitían respirar por la boca. Su cabellera morena como el azabache estaba alborotada. Su piel seguía tan blanca como la nieve, preciosa. Aquella mujer era digna de admirar. Sentí un deseo incontrolable por acariciar su delicada piel, que me hipnotizaba. Al estirar mi mano Dave me pegó un tortazo en ésta para evitarlo y me negó con la cabeza, a la vez que me indicaba con gestos que debíamos marcharnos.

Me entristecí un poco al no poder despertar a su lado, otra vez. Aunque la última vez fue ella la que se marchó sin despedirse, y esta vez soy yo. Al menos ya estamos en paz. Mi cara de resignación era evidente, pero obedecí a Dave, ya que sabía que teníamos que marcharnos cuanto antes para no ser descubiertos. Miré el reloj de la mesita de Mary y vi que marcaba las 07:33 AM. ¿Desde cuándo llevaba levantado Dave? Nos acercamos a la ventana por la que habíamos entrado la noche anterior hacía tan solo unas horas. Dave salió primero por ella y echó un vistazo rápido hacia Mary, comprobó que seguía dormida. Tras él saltar por la ventana cayó con la pierna buena para no empeorarse la que le había curado Mary por la herida de bala. Se giró hacía mí esperando que yo también saltase. Eché la vista atrás y comprobé que Mary se había tapado con las sábanas de la cama. Supuse que fue por el frío que entró al abrir la ventana. Dave tiró de mí para que bajase de la ventana de una vez y así hice, un poco de mala gana.

Cerré la ventana despacio y sigilosamente recorrimos el jardín agachados hasta la valla de madera que separaba la propiedad de Mary del resto del vecindario. Al llegar allí la abrimos y la cerramos al salir. A paso ligero nos dirigimos hacía el lugar donde Dave aparcó el coche. Lo abrió y nos montamos en él sin pronunciar aún una palabra entre nosotros. Conduje yo porque él no estaba en condiciones de conducir. Arranqué y comencé la marcha para salir de la calle de Mary. Tras aquello dimos a una de las avenidas principales de la ciudad.

El silencio reinaba en el lugar. Tan solo escuchaba la respiración pausada de Dave. Le miré por el rabillo del ojo sin que se percatase y vi que observaba por la ventanilla del coche distraído, con el brazo apoyado sobre la puerta mientras sujetaba con su mano su cabeza. Parecía pensativo, y eso me ponía nervioso.

Durante todo el trayecto se mantuvo totalmente callado. Al llegar al edificio donde estaba nuestro apartamento aparqué justo delante. Apagué el motor y salí del coche. Tras Dave hacer lo mismo lo cerré y miré hacia el edificio. Me parecía haber estado fuera durante meses, y tan solo habían pasado horas. Horas que a mí me parecieron una eternidad, pues pensaba que jamás regresaríamos después de todo lo que nos pasó durante esa madrugada. Nos dirigimos hacia la entrada y subimos hasta la planta donde estaba el apartamento. Dave subía las escaleras delante de mí, parecía cansado y aún cojeaba un poco de la pierna derecha. Al llegar sacó las llaves del bolsillo de su chaqueta y la introdujo en la cerradura. Con esfuerzo abrió la puerta y entró en el apartamento, siguiéndole yo. Cerré tras de mí y mientras yo iba directo hacia el cuarto que compartía con Dave él entró en la cocina. Dirigí la mirada hacia el salón, ya que tenía que pasar por él para llegar hasta la habitación, y vi a Chuck y Jeff tumbados en los sofás, completamente dormidos y roncando. No me imaginaba que los conocería de aquella manera, me resultó gracioso.

The Day That Never ComesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora