Sueños

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*Visión de Pablo*

Mi vida se estaba resumiendo en borracheras y dormir. Era lo único que me mantenía alejado del mundo, así evitaba pensar en el día a día. El teléfono me despertó aquella tarde, lo único que deseaba era estrellarlo contra la pared. El sonido me taladraba los oídos y empeoraba el dolor de cabeza de mi resaca de la noche anterior. No recuerdo cuándo fue la última vez que estuve sobrio.

Me incorporé en el sofá dónde la noche anterior me quedé dormido. Menos mal que mis padres estaban de viaje y no veían cómo tenía la casa, si no seguramente me echarían a la calle. Cuando me incorporé y me senté en el sofá como pude debido al mareo, tuve una arcada. Seguidamente me entraron náuseas y tuve que salir corriendo al baño tambaleándome durante el trayecto.

El teléfono seguía sonando pero yo estaba más preocupado en echar todo lo que había en mi estómago en el retrete. Me senté junto a la taza y seguía vomitando. El esófago me ardía, era una sensación insoportable. El teléfono dejó de sonar y lo único que se escuchaba en la casa eran mis arcadas.

Terminé de vomitar y me quedé dormido unos instantes en la taza del retrete. Mi cuerpo estaba completamente lacio. Pero el sonido del teléfono me despertó de nuevo. Maldecí a quién llamaba preguntándome el motivo de tanta insistencia. Limpié mi cara con un poco de agua y me dirigí al salón a coger el teléfono.

Controlaba mi cuerpo sujetándome a la barandilla de la escalera temiendo tropezar y rodar por ella, pero por fin llegué abajo y fui directo al teléfono. Acerqué mis ojos a la pantallita para identificar quién llamaba. El sueño, el dolor de cabeza, los mareos y el malestar desaparecieron cuando vi que la persona que llamaba era Carol.

Llevé mis manos a mi cabellera pelirroja y empecé a removerla sin saber qué hacer mientras daba vueltas sobre mí mismo. Era mi oportunidad para explicarle el porqué de mi enfado. La ira del día que vi a Carol por la ventana volvió a apoderarse mí. Un fuego se estaba encendiendo en mi interior, por lo que me armé de valor y con todo el coraje e ira que podía contener en mí mismo descolgué el teléfono agresivamente.

Respiré hondo y solté el aire preparándome para hablar.

-¿Pablo? –preguntó Carol al otro lado del teléfono.

Era la voz más preciosa que mis oídos podían captar. Mi cuerpo se destensó y cerré los ojos. Imágenes de la sonrisa de Carol llegaron a mi mente. Podía sentir como si fuese real el tacto de sus manos tocarme cada vez que ella se acercaba a mí cuando estaba a mi lado. Amaba oírla pronunciar mi nombre, amaba su voz. Mis entrañas se removieron y la confusión me embriagó. Todo lo que tenía pensado decir se me había olvidado por completo, me quedé en blanco. Solo me limitaba a respirar pensando en ella. Cada recuerdo, cada parte de ella ocupaban por completo mis pensamientos.

Pero ella se percató de mi respiración.

-¿Pablo estás ahí? –volvió a preguntar Carol.

Una lágrima se escapó y comenzó a recorrer mi mejilla derecha. Añoraba su sonrisa, su movimiento al caminar, su cadera haciendo una curva perfecta, su melena, su blanca piel, sus ojos verdes, sus finas manos… Cada parte de mí la echaba de menos. No podía evitar mi amor por ella, pero no olvidaba que James me la arrebató, escapándose la oportunidad de mi vida entre los dedos de mis manos como la fina arena.

No pude seguir soportando aquello y colgué lentamente el auricular del teléfono. Pegué mi cabeza al marco de la puerta y apreté fuerte mis ojos deseando desparecer en aquel momento. ¿Por qué fui tan idiota al no decírselo antes? Tantos años a su lado… Quizás tenía miedo que me rechazase, nos conocíamos de hacía muchísimo tiempo y puede que ella solo me viese como un amigo, o más bien como un hermano.

The Day That Never ComesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora