El último cigarrillo

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Carol no quería perderle de vista en aquel largo y solitario pasillo. El paso lento de James podía darle a entender a Carol que él tampoco quería irse verdaderamente, y que sentía un vínculo entre ambos. James no se giró en ningún momento para volverla a mirar, y quizás fuese porque no quería verla con los ojos bañados en lágrimas. Y así era. Carol cerró con un portazo la puerta al instante de dejar de ver la silueta  de James e intentó no pensar. Se volvió a acostar mientras abrazaba la chaqueta que James le regaló. En unos segundos sus sábanas se impregnaron del aroma de James, y eso le reconfortaba. Cerraba los ojos y pensaba que él estaba a su lado. Carol se quedó dormida con las lágrimas resbalándole sus ya de costumbre rosadas mejillas.

No supo cuánto tiempo se quedó dormida hasta que llamó a su puerta una empleada del hotel. Se levantó y se lavó un poco la cara para abrir. Era el servicio de habitaciones, pero ella no había pedido nada. Una muchacha rubia con el pelo recogido entró a dejar la comida en la habitación de Carol.

- Buenas tardes señorita Jiménez. Esto es cortesía del señor Hetfield. Antes de marchar mandó que le subieran el almuerzo. –contestó la joven.

- Gracias. –dijo sorprendida Carol.

Cuando la empleada se marchó observó con detenimiento toda la comida que el carrito contenía. Era típico de James pedir comida que ni cien personas podrían comer. Entonces se percató que una pequeña carta se escondía bajo los cubiertos. Carol la cogió y la desplegó para leerla:

“Me hubiera gustado subirte expresamente yo el almuerzo. No dudes que volveremos a vernos y disfrutaremos juntos  los desayunos, almuerzos y cenas que quieras. No salgas de noche a la calle sin la chaqueta, hace frío (además te sienta genial). Te echaré de menos, aunque lo que más echaré de menos serán tus ojos verdes esmeralda.”

James.

 Si Carol creía que ya había llorado suficiente estaba equivocada. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas a la par que un par de gotas caían sobre la fina letra de la carta de James.

*******

 Había pasado casi un mes desde que los chicos de Exodus contrataron a Carol. Comenzaron a hacer conciertos fuera de España y cada vez pasaba menos tiempo en su ciudad, y junto a Pablo. La relación entre ambos comenzó a enfriarse, empezaron a distanciarse cada vez más. Carol, consciente de ello, cuando tenía descansos o paraban en sitios de España intentaba ver a su amigo. Una de aquellas veces tuvo oportunidad de quedar con él y charlaron un rato.

- Increíble. –dijo Pablo con los ojos bien abiertos mientras examinaba las fotos de Carol.

- Dímelo a mí. No daba crédito. –dijo Carol mirando al techo y recordando su fin de semana en Barcelona junto a James y el grupo.

- ¿De qué hablasteis? Debe ser un tío de lo más curioso. –preguntó Pablo interesado.

Carol prefería no contarle todo lo que pasó entonces. No lo veía conveniente, ya que no sabía si habría reproches por parte de Pablo o felicitaciones. Así que se limitó a contar aquello que no daría lugar malinterpretaciones.

- Bueno, lo típico. Hablamos de su disco nuevo, sus próximos conciertos, nuestros gustos… -contestó Carol. -Y sí, es realmente curioso e interesante.

- Oye, ¿y ese alambre en la nariz? –preguntó Pablo señalándole el piercing.

- Me lo hice aquel fin de semana. James fue a un estudio y me preguntó si yo también me lo quería hacer. –contestó Carol midiendo sus palabras.

The Day That Never ComesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora