El veneno de la muerte y el deseo

460 26 19
                                    

*Visión de James*

Me veía sumido en una oscuridad constante desde su ausencia. Perdí nuevamente el sentido a la vida y tal solo esperaba que la muerte me consumiese poco a poco. Vi luz al final de mi tenebroso túnel, mi luz era ella. Mis días grises desaparecían con su sonrisa, pero ahora nada es igual. El alcohol y la soledad, mis compañeras hasta el final de mis días, en mi último suspiro. Anhelaba que su voz me despertase de esta horrible pesadilla que tengo como vida. La muerte de Cliff mató parte de mi ser, pero la marcha de ella terminó con mi otra parte de vida que me quedó entonces.

Siento que la gente se ríe y se burla de mi desgracia, la cual cargo a mi espalda desde hace años y va en aumento por momentos. He dejado de sentir compasión y pena por todos, la misma que nadie tiene por mí. Noto la ausencia de emociones en mi interior, y otras veces un completo tornado de ellas. Busco como un alma en pena salvar mi vida a través de la música, pero me estoy corrompiendo a través de ella. Cada acorde que sale de mi guitarra y cada cosa que escribo de mi puño y letra en cualquier mugrienta hoja de papel reflejan mi muerte inminente. Transmito mi ira, oscuridad y furia con ella a todo el mundo, millones de personas se están arropando de toda mi desgracia y frustración. Soy un cuerpo inerte de sentimientos y alma sobre el escenario. Mi mirada perdió la luz. Miro a todo el mundo que tengo delante de mí con desdén y desconfianza.

Cada poro de mi piel expulsa el sudor y el alcohol que mi figura ingiere ya por inercia, esperando que termine de matarle de una vez por todas. No dejo de ser deseado por mucha gente, gente la cual para mí no es importante. Piden mi atención y mi cuerpo. No lo cedo, pues no quiero dar ningún tipo de amor a nadie, a pesar de mis ganas por desahogar mi fuego. Aún sigo sintiendo una especie de cadena que me mantiene unido a ella. No quiero a nadie a mi lado y echo a cada persona que trata de acercarse a mí. Y yo soy ahora el que se pregunta por quién doblan las campanas. ¿Será por mí? ¿Esperan ellas mi final?

Decidí solo existir, porque ya no puedo vivir. Perdí cada buen recuerdo de mi mente por el pesado camino, y ahora solo queda guardado en mí mismo el dolor. Cada persona que aportó algo bueno a mí y mi vida se ha extraviado. Únicamente puedo revivir pesadillas que se hicieron realidad durante mi vida, las cuales recuerdo al cerrar los ojos muy vivamente.

Ha vuelto a mí ese Hetfield frío y distante, lo cual solo ella fue capaz de alejar de mí. Lloro por volver a verla sonreír, feliz a mi lado. Intento negarme que fue mi culpa, pero es imposible. En lo más profundo de mi recóndito y cansado ser lo sé, sé que todo lo causé yo por mucho que intente engañarme. Ese remordimiento ha hecho que la locura me consuma, he dejado de pensar con claridad y lo veo todo negro a mí alrededor. Estoy perdido, en el completo silencio que he provocado yo mismo.

He exprimido mi vida al máximo, viviendo día a día, olvidando ciertas cosas a las que no le presté la debida atención. Entre ellas su amor incondicional. No supe valorarlo y por culpa de mi egocentrismo y superioridad acabé perdiéndola durante el camino, prometiendo siempre volver. Pero no sé cómo retroceder, las huellas de mis pisadas las he borrado y ahora no encuentro el camino de vuelta.

Me siento entre toda aquella soledad, completamente hundido y llorando por no haber sabido aprovechar las cosas que la vida me brindaba y yo no me daba cuenta. Agacho mi cabeza y aprieto fuerte los ojos esperando desparecer sin más demora, ahora que tan solo me queda decir adiós.

Quiero que alguien termine de derrumbarme y con ello bajar de mi espalda todo el peso que llevo conmigo, pero que dejé de conseguir cargar con él...

-Vamos James, es la hora. –dijo Lars al otro lado de la puerta.

-No. Aún no. –dije sujetando mi cabeza en mi mano izquierda mientras que con la otra portaba una cerveza.

-¿Cómo que no? –preguntó Lars confuso. Miró detrás de él y se aseguró que no había nadie cerca, entonces cerró la puerta y entró en aquella pequeña sala. –Tío, esto no puede seguir así.

The Day That Never ComesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora