*Visión de Carol*
Fui en dirección a la puerta del apartamento para ver quién era. La verdad es que no tenía ganas de visitas, por lo que apagué el televisor fingiendo que no había nadie en casa. Bajé el nivel de la luz del salón dejándola de manera tenue. Me acerqué sigilosamente a la puerta y miré por la mirilla procurando respirar lo más inaudible posible.
Al mirar me di cuenta que era Alex quien llamaba. No le había avisado de que ya estaba de vuelta en San Francisco, por lo que no sé por qué llamaba si sabe que no estoy en casa.
Me alejé de la puerta cuidadosamente y él volvió a llamar un par de veces con los nudillos insistentemente. Me sentía mal por no abrirle la puerta, pero no tenía ganas de estar con nadie. Y además no sabe que estoy aquí, por lo que podré pasar desapercibida de vecinos al menos esta noche.
-Carol, sé que estás ahí. Abre la puerta, por favor. –dijo él aun esperando una respuesta por mi parte. –Te he visto por la ventana entrar al edificio. Vamos, ábreme.
Sabía que estaba en casa, por lo que no tenía más remedio que abrirle. Entre suspiros alcé la mano para alcanzar el pomo y lo giré para abrir la puerta. Vi a Alex, apoyado sobre el marco de la puerta. Lo vi algo cambiado. Noté al instante que el pelo le había crecido en las últimas semanas bastante. Ahora le llegaba por debajo de los hombros, y lo tenía aún más rizado.
-¿Por qué no querías abrirme la puerta? –preguntó Alex sonriéndome.
-Iba a acostarme ya. Estoy cansada. –mentí sobándome un ojo.
-Traigo cervezas. –dijo él alzando dos cajas botellines. -¿Me invitas a pasar?
-Claro, vecino. –contesté con una débil sonrisa.
Me eché a un lado para dejarle pasar y tras él cerré la puerta. Dejó los botellines sobre la mesa y se dejó caer sobre el sofá. A pesar del poco tiempo que estábamos juntos había cogido mucha confianza con él rápidamente. Me preguntaba a mí misma si estaba sustituyendo la amistad de Pablo por la de Alex. Pero aún quedaba mucho para eso, Pablo llevaba muchos años en mi vida.
-¿Has estado llorando, verdad? –preguntó él con toda la tranquilidad del mundo sin mirarme, abriendo un botellín para cada uno.
-No. –contesté limpiándome el rastro de rímel corrido por mis mejillas disimuladamente.
Traté de sonar lo más convincente posible. Pero no funcionó.
-No te creo. No me hace falta ver que tienes el rímel corrido para saber que has estado llorando. Solo tengo que mirarte a los ojos y escuchar tu voz. –dijo él mientras daba un par de golpes sobre el sofá para que me sentase a su lado.
-¿Tanto se nota? –pregunté dándome por vencida por no haber podido ocultarlo.
Él asintió enérgicamente mientras me miraba. Yo me dejé caer sobre el sofá a su lado. Cogí el botellín que Alex había abierto y di un sorbo.
-¿Qué te ha hecho? –preguntó él directo.
-Nada, Alex... Ese es el problema. Que no me ha hecho nada. Esto no funciona. –contesté negando con la cabeza.
Le conté a Alex todo lo ocurrido desde que me marché con Metallica durante la gira. Me escuchaba con atención y hablar con él me ayudó bastante, pues no tenía a nadie cercano con quién hablar de mis problemas. Nunca me había visto y encontrado tan sola en mi vida.
No pude evitar que se me escapasen un par de lágrimas mientras le contaba todo lo que había pasado a Alex, y la verdad es que no me importaba que él lo viese. No me avergonzaba de ello, al menos con él. Siempre he procurado evitar llorar delante de nadie, por miedo y vergüenza. Pero él siempre me ha dado la seguridad de hacer lo que quisiese sin ser cuestionada, al igual que lo hacía Pablo.
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The Day That Never Comes
Fiksi PenggemarCorría el año 1988. La monotonía invadía su vida. Los días de Carol, una chica de 17 años de lo más peculiar, pasaban uno tras otro sin diferencia entre ellos. Ella quería emociones, las cuales nunca llegaban. Acontecimientos que no tardarán en lleg...