*Visión de Dave*
Miré el reloj. Comenzaba a dudar si ir o no. Llevaba mucho tiempo sin sentirme así de confundido, sin saber qué hacer. Notaba mi cabeza a punto de estallar. Necesitaba a David en ese momento para pedirle consejo. Me senté en el sofá, en el cual no duré ni quince segundos. Volví a levantarme y empecé a dar vueltas por el salón. Se me ocurrió hacer lo de siempre en estos momentos en los que me encontraba nervioso: fumar. Deseché la idea por raro que parezca, pues necesitaba estar sereno para tomar cualquier decisión.
Salí al balcón en busca de aire fresco. Agarré con mis manos la barandilla fuertemente y miré hacia el suelo. Tengo miedo, tengo miedo de dar un paso en falso y que vuelvan a hacerme daño. No estoy preparado para eso aún y es por eso por lo que me siento más vulnerable que nunca. Cada empujón que me da la vida me hace caer de bruces contra el suelo y recojo de él los miles de pedazos de mi ser que se desprenden de mi cuerpo. Vuelvo a levantarme, pero caigo de nuevo.
Tras lo de Mary Jane mi corazón no está preparado para otra caída. Pensé que lo que no me había matado, como fue su marcha hace tiempo atrás, me haría más fuerte. Pero me doy cuenta que a la vez me hace ser débil a las emociones. No saber sobrellevarlas y controlarlas. No puedo permitirme pasar por lo mismo con Lucy. No quiero hacerle daño, pero tampoco quiero que ella me lo haga. Y es que quizás ya nos lo estemos haciendo con nuestros encuentros. No sé si ese café, el cual inconscientemente propuse, sería conveniente ir.
Y es que quiero volver a sentir el amor en mi interior. Necesito volver a amar a una persona y que me amen como lo hizo Mary Jane, pero no sé si Lucy podrá hacer eso. O peor aún, hacerlo yo y ella no. La coraza que me protegía antes está pidiendo a gritos romperse para liberar mi alma, pero mi cabeza, más sensata y prudente que nunca, me dice que no lo haga y siga escudándome. Mi intuición me dice una vez más que haga lo que haga sufriré.
Siempre he sido una persona que se guía por impulsos. Nunca razono ni hago nada pensando en las consecuencias. Amo la espontaneidad, pero esta vez creo que debo cuestionar dos veces lo que haga. Pero por otra parte pienso que eso quita naturalidad a mis decisiones. Dejaría de ser la persona pasional que soy, que solo obedece a sus instintos y corazón.
Y es que es tan solo una niña. David me lo dijo, tan solo tiene diecinueve años y yo veintisiete. Como puedo estar cuestionándome acerca del amor con esta diferencia de edad. O peor aún, como puede estar la palabra amor en mis pensamientos. Si yo más que nadie en este mundo había negado y desterrado lo que era el amor y todo lo que implicaba tras Mary dejarme.
Mi mente volvió a enloquecer desde que la vi aparecer de nuevo. Y tras eso surgió Lucy como de la nada. Quiero que para mí Mary sea la fruta prohibida, solo eso. Pero sé que acabaré comiendo de ella. No puedo permitirme el lujo de volver a caer en las redes del amor con ella, no después de todo lo que pasé y Pablo por medio. Sería algo completamente idiota. Y mientras tanto me cuestiono si dejarme llevar por Lucy y su seductora magia.
Vamos, joder... ¿Qué hago? ¿Me lanzo a la piscina a ciegas sin saber si está llena o vacía? ¿Me quedo quieto para evitar cualquier daño? ¿Me lanzo como siempre hago?
Volví dentro del apartamento. Miré de nuevo el reloj y vi que quedaban quince minutos para la hora a la que había quedado con Lucy. Debía decidir. Sabía que si no me presentaba podía despedirme de volver a verla en mucho tiempo, pues el enfado que tendría sería monumental. Quizá esa era la manera más radical para evitar hacernos daño mutuamente en un futuro.
Lleve mis manos a mi cabeza y retiré varios mechones de pelo de mi rostro. Tome entonces una decisión, finalmente.
¡Qué cojones! La vida es para arriesgarse. No sería nada de lo que soy ahora si no fuera por mis decisiones, malas o buenas. Soy lo que soy gracias a mis errores. Debo afrontar lo que ocurra conforme llegue y no adelantar acontecimientos. Así que rápidamente agarré mi cartera y las llaves del apartamento, la chaqueta de la entrada y salí a toda prisa cerrando la puerta tras de mí.
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The Day That Never Comes
FanfictionCorría el año 1988. La monotonía invadía su vida. Los días de Carol, una chica de 17 años de lo más peculiar, pasaban uno tras otro sin diferencia entre ellos. Ella quería emociones, las cuales nunca llegaban. Acontecimientos que no tardarán en lleg...