Como un volcán en erupción

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*Visión de Carol*

-¡Joder, Carol! Qué susto... ¿Qué haces despierta a estas horas? –preguntó James con signos evidentes de ebriedad.

Yo me encontraba cruzada de brazos sobre la cama con las piernas en forma de indio. Él llevaba la camisa medio abierta y los ojos muy rojos. Mi rabia contenida fue en aumento al verle. No quería saber de dónde venía ni qué había hecho, quizás era mejor mantenerse en la ignorancia.

-Tenemos que hablar. Ahora. –dije intentando disimular el efecto del alcohol que yo también tenía.

James puso una mueca de extrañeza. Echó un rápido vistazo a la habitación y localizó las botellas de alcohol que me había bebido horas antes. No me dio tiempo a ocultarlas.

-¿Has estado bebiendo? –preguntó cogiendo una al aire.

-Igual que tú has hecho. Y no me cambies de tema, te dije que tenemos que hablar. –dije atándome el albornoz con furia.

-Carol, no estoy para hablar ahora mismo. ¿Qué tal si mejor hacemos otras cosas? –propuso él mientras dejaba la botella vacía sobre el escritorio y se acercaba a mí de manera presuntuosa.

-No, James. Ahora soy yo la que no quiere. –dije intentando repeler sus caricias.

-Vamos, ¿te vas a hacer la estrecha a estas alturas? –preguntó James intentando esconder su risa.

Tras aquello le di una cachetada en la mejilla derecha que seguramente se escuchó en todo el pasillo de la planta del hotel. Automáticamente llevó su mano a la mejilla dolorida mientras me miraba sorprendido por lo que acaba de hacer.

Una fuerza inexplicable me hizo acercarme a él y no poder evitar perderme en sus labios. Él sin pensarlo un solo segundo hizo lo mismo. Comencé a besarle violentamente de manera que nunca había hecho antes. Seguramente el alcohol nos hizo reaccionar de aquella manera tan ilógica.

Con fuerza y rapidez se deshizo de mi albornoz blanco y lo arrojó al suelo. Con tan solo ese movimiento me desnudó por completo, pues no llevaba nada debajo. Pude notar su cara de asombro al ver que tan solo el albornoz era la prenda que cubría mi cuerpo. Volvió a acercarse a mí y con sus labios desfiló cada centímetro de mi cuerpo. Me estremecí mientras me percaté del olor a alcohol que desprendía su aliento. Al momento identifiqué que se trataba de tequila.

De mi muñeca izquierda cogió una gomilla y con delicadeza recogió mi pelo haciéndome una coleta con ella. Me deshice por completo de su camisa a medio desabrochar y comencé a acariciar su torso. Noté finos vellos alrededor de sus pectorales y su ombligo los cuales era casi imperceptibles a simple vista, pues eran rubios.

Desabrochaba la hebilla de su cinturón a la vez que él se deshacía de sus zapatillas sin dejar de besarme. Tras eso le bajé lentamente los estrechos pantalones junto con los boxers. Se quedó completamente desnudo a excepción de los calcetines negros que llevaba.

Me empujó con fuerza sobre el colchón y me dejó caer sobre él. Al instante se encontraba suspendido sobre mi cuerpo mientras deslizaba las yemas de sus dedos por mis turgentes pechos. Mi cuerpo era invadido por un sinfín de sensaciones acompañadas de algunos escalofríos que me producía su tacto sobre mi piel.

Sucumbí a las tentaciones y pequé nuevamente con él. No podía evitarlo. Por mucho que estuviese enfadada con él no podía permanecer separada de él. En aquel momento lo último que me importaba eran las diferencias que pudiese tener con James, no iba a desperdiciar la oportunidad de estar con él, a solas.

Pude notar que el alcohol le afectaba incluso a la hora de tener relaciones, pues se volvía más nervioso e hiperactivo. No me dejó descansar sobre la cama ni dos minutos cuando me situó sobre sus caderas desnudas mientras me besaba. Se dirigió a la pared que quedaba frente a los pies de la cama y apoyó mi espalda en ella haciendo presión sobre mí con todo su cuerpo.

The Day That Never ComesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora