The Day That Never Comes

Dudas e inquietudes

*Visión de Dave*

Respiré hondo y cogí aire. La miré y con suavidad retiré unos mechones que tapaban su rostro. Se había quedado completamente dormida de lo cansada que estaba. Miré el reloj y pude ver que era casi medianoche. Volví a observarla y tapé su cuerpo desnudo con mis sábanas blancas para que no tuviese frío. Cayó rendida en cuestión de segundos, nuestros encuentros la dejaban sin fuerzas.

Estiré mi mano derecha y alcancé con ella los calzoncillos que estaban en el suelo. Me los coloqué y me levanté del colchón lentamente para no despertarla. En aquel momento tan solo nos iluminaba la luz de la luna llena que entraba por la ventana de la habitación. Me dirigí hacia el escritorio que había frente a ella. Sabía que era el momento, así que me senté en la silla y encendí una pequeña lámpara que inundaba tenuemente la habitación de un tono amarillento. Esta luz iluminó el escritorio y las decenas de papeles que había en él, llenos de composiciones mías. Cogí un lápiz y comencé a escribir, dejando volar mi mente a esos folios en blanco que pedían ser rellenados.

El mundo dejó de existir para mí en aquel instante. Quería y tenía tantas cosas que expresar que a veces me quedaba bloqueado y no sabía cómo continuar. Era imposible que mi mano siguiese el ritmo de mi mente, no podía parar. Me encontraba realmente inspirado, tanto que ni siquiera cuando me metía un par de rayas de cocaína conseguían este efecto en mí. Comenzaba a darme cuenta que a veces no me hacía falta ningún tipo de droga para ayudarme a componer, tan solo tenía que sumergirme en mis pensamientos y sacar hacia fuera todas mis experiencias y emociones que había sentido y sentía. Había tantas que no podría escribir solo una canción, podría escribir un libro con ellas.

Miré hacia atrás un instante y desde mi silla la divisé, aún dormida. Volví mi vista hacia el papel que había delante de mí. Comencé a cuestionarme si sería ella el motivo de mi inspiración. No cabía duda que desde que ella apareció algo había cambiado en mí. Mi alma pedía abrirse camino constantemente y volcarse en estas líneas. Resulta paradójico que Mary Jane fuese casi mi constante inspiración de mi último álbum, y que fuese Lucy el del siguiente. Un sentimiento contradictorio se instauró en mí. Podía sentir una mezcla de tristeza, nostalgia y alegría en mi interior, pero no sabía la procedencia de estos. Tan solo me dejé llevar y los utilicé para continuar escribiendo.

El tiempo pasó rápido, quizás demasiado. Perdía la noción del tiempo cada vez que me sentaba en esta silla. Miré hacia un lado y eché un vistazo al reloj: las 01:30 AM. No me había percatado del trance en el que había entrado. Levanté unos centímetros la mirada y pude verme rodeado de folios escritos, algunos con tachones y borraduras. Llevé el extremo del lápiz a mi boca pensando en todo el material que tenía delante de mí.

De repente y sin darme cuenta, noté el tacto de unos brazos rodeando mi cuello y pecho sin cubrir. Era Lucy, se había despertado. Ella se inclinó hacia mi lado derecho y comenzó a besar mi mejilla para continuar bajando. Retiró mi melena pelirroja de la zona para facilitarle el movimiento. Con sus brazos rodeándome, fue acariciando mi torso con mimo. Yo permanecí inmóvil, a su merced.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí? –me preguntó en voz baja mientras me miraba.

-No lo sé. No me había dado cuenta de la hora qué era. –respondí soltando el lápiz sobre la mesa después de tanto tiempo.

-Vamos, vuelve a la cama conmigo. –dijo ella cogiendo mi mano y tirando de ella para que me levantase de la silla.

No me opuse, pues ya empecé a sentir en mi cuerpo y sobretodo en mi mente el cansancio acumulado. Me levanté y vi entonces que seguía desnuda. Con mi mano aún agarrada, se recostó sobre el colchón y yo la acompañé. Me tumbé a su lado y cubrí a ambos con las sábanas. Ella se acercó a mí y con su mano izquierda comenzó a acariciar mi mejilla derecha y mi barbilla, la cual se encontraba con el crecimiento de la barba.