En menos de cinco segundos Lars, Kirk y Jason bajaban las escaleras a toda velocidad empujándose los unos a los otros. James en ese momento rio, pero no era ese el motivo.
-Son como tres críos. –dijo Carol mientras los observaba bajando las escaleras.
-Antes de que bajen las escaleras hasta el final me dirán que baje yo, ya verás. –dijo James señalando hacia las escaleras.
Justo cuando James dijo eso, Kirk llamó desde la mitad de las escaleras a James.
-¡James! ¡Baja a pagar las pizzas! –exclamó Kirk.
-Lo que yo te dije. –dijo James riéndose mientras se acercaba a las escaleras con disposición a bajar.
Conforme James bajaba para dirigirse a la puerta de la casa a recoger las pizzas Carol iba detrás. Cuando él alcanzó la puerta y la abrió, un muchacho moreno con una gorra roja estaba allí mientras miraba el pedido.
-¿Cinco pizzas a nombre de Carol? –dijo el muchacho sin levantar la cabeza de la anotación que tenía.
-Sí, aquí. ¿Cuánto es? –dijo James abriendo su cartera.
-Pues son… -en aquel momento el muchacho levantó la mirada al frente.
El chico de la pizzería estaba pálido, completamente inmóvil y sin poder terminar de decirle a James el precio del pedido. Estaba mirándole fijamente con los ojos y la boca abierta por el asombro. Al reaccionar volvió en sí mismo y levantó la vista para mirar el número de la casa de Carol comprobando si se había equivocado de sitio, y de nuevo volver a mirar a James sin decir palabra.
-¿Te firmo la gorra? –dijo James para romper el silencio.
El chico asintió enérgicamente sin dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo. Cualquiera en su sano juicio no te creería si dices que al llevar un pedido a una casa te abre la puerta James Hetfield. Pero el muchacho se fue realmente contento por lo que acaba de pasarle.
James cerró la puerta y dejó las pizzas sobre la mesa del salón de Carol. Éstas no duraron ni dos minutos, en cuestión de segundos los chicos estaban devorándolas. Carol trajo unas cuántas cervezas de su cocina. Eso nunca faltaba y siempre había de sobra. Empezaron a comer y a beber. Aquella noche, nuevamente, Carol se sobrepasó con el alcohol. Los demás no estaban borrachos, pero sí que habían bebido más de la cuenta. Ella bebió latas de cerveza una tras otra. Pero entonces decidió acompañar con la cerveza algo más.
-Esperad un momento aquí, no os vayáis. ¿Eh? –dijo ella casi tartamudeando y los demás rieron.
Carol se levantó muy lentamente. Cuando se dispuso a andar tropezándose con sus propios pies, llegó como pudo hasta el mueble del salón y empezó a rebuscar en los cajones algo. Hablaba para ella misma pero los chicos podían oírla, hasta que finalmente encontró lo que buscaba.
-¡Ajá! ¡Aquí está! –dijo ella alzando un paquete de cigarrillos.
Los demás se miraron y se quedaron extrañados. Pero a Carol le hacía falta algo para poder encender los cigarrillos que había buscado.
-Mmm… ¿Un mechero, por favor? –dijo ella acercando la mano a los cinco esperando que uno le dejara un mechero.
-Sí, espera. Creo que tengo uno por aquí. –dijo Lars buscando en los bolsillos de sus pantalones.
Lars depositó el mechero sobre la mano de Carol, la cual tenía la mirada perdida. James la miraba fijamente muy serio, observando cada movimiento y gesto que ella hacía. Con dificultad encendió el mechero y prendió el cigarrillo. Exhaló el humo de éste y se lanzó sobre los brazos de James.

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The Day That Never Comes
Fiksi PenggemarCorría el año 1988. La monotonía invadía su vida. Los días de Carol, una chica de 17 años de lo más peculiar, pasaban uno tras otro sin diferencia entre ellos. Ella quería emociones, las cuales nunca llegaban. Acontecimientos que no tardarán en lleg...