Descontrol

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John salió a comprar marihuana al camello que se la vendía y a avisar a la gente de la fiesta que habría a la noche. Pablo se quedó en el apartamento durmiendo, pues se sentía realmente débil. Las horas pasaron y cuando se despertó John aún no había regresado al apartamento. Se levantó del sofá y el característico mareo acompañado con el dolor de cabeza de la resaca le invadió una vez más.

Cogió la marihuana que quedaba y se lio un porro como John le había enseñado. Fue hacia el balcón para que le diese un poco el aire y lo encendió. Mientras se encontraba apoyado en la barandilla del pequeño balcón daba caladas a la vez que observaba pasear a la gente. Eran ya las 10:00 PM., por lo que el cielo estaba completamente oscuro. Se preguntó cómo le iría a Carol. Realmente fue una pregunta estúpida, pues sabía que le iba genial, estaba viviendo el sueño que cualquier persona quisiera tener.

El sonido de las llaves le hizo salir de sus pensamientos. Tiró la colilla del porro ya consumido por el balcón y volvió dentro. Encendió las luces y vio que era John con unas cuántas bolsas en sus brazos. Se percató de que no venía solo, pues hablaba con alguien.

-Llevo cuatro años tocando. Tengo una Dean ML. Cuando quieras te hago una demostración. –dijo John guiñándole un ojo a la chica que iba con él. –Ah, él es Pablo. Pablo, ella es Mary.

*Visión de Pablo*

La chica que me vio aquella noche hace dos semanas estaba ahora en mi apartamento. Era ella, estaba completamente seguro. La podría reconocer a varios kilómetros de distancia. A pesar que no la volví a ver desde esa noche en la que tenía una borrachera impresionante, la reconocí al instante. Aquella melena tan oscura, delgada y con unas caderas pronunciadas. La verdad es que era bastante guapa, no podía negarlo. Me sentía un poco avergonzado al pensar si ella recordaría que cuando me vio me encontraba vomitando en las escaleras del edificio. Pero pronto mis dudas fueron resultas.

-Tú eres de pelirrojo que vomitó en las escaleras la noche de la fiesta de Oliver. –dijo la muchacha mientras se reía señalándome.

-Supongo que sí. No creo que haya mucha gente que lo haga. –contesté entre risas. –Encantado.

-Me la encontré en las escaleras y le pregunté si querría venir a la fiesta. –dijo John desde la cocina.

-Bueno, ¿y cuando empieza? –preguntó Mary mirando a su alrededor al ver que todo estaba muy tranquilo.

-Pronto, guapa. Sé paciente. –dijo John regresando al salón. –Mira, Pablo. He comprado cerveza, ron, whiskey, vodka, tequila, ginebra… ¿Habrá suficiente?

-Más bien creo que va a sobrar. –dije riendo.

-Y tú Pablo, ¿tocas algún instrumento? –preguntó Mary cambiado el tema de conversación.

-Sí. Toco la guitarra, cómo John. Aunque mejor que él. –dije riéndome de John.

Cogí mi guitarra y mi amplificador que se encontraban en un rincón del salón y lo conecté. Comencé a tocar para que Mary me escuchase y juzgase. John no tardó en unirse a mí.

-Eso no es nada. Mira, chaval. –dijo él conectando también su guitarra.

Mary nos observaba desde el sofá. Aquello se convirtió en un pique por demostrar cuál de los dos era más habilidoso en la guitarra. Miento si digo que John no tocaba bien, pues realmente podía impresionar a cualquiera con su manera de tocar. Me alegré del momento en el que le encontré y decidí formar la banda junto a él, a pesar de no tener aún bajista ni batería. Pero el proyecto estaba ahí, esperando convertirse en realidad.

Dejamos de tocar al oír llamar de manera incesante a la puerta. John dejó su guitarra y fue a abrir. Yo desconecté mi guitarra mientras Mary seguía mirándome.

The Day That Never ComesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora