Cuando Diana abrió los ojos, era temprano por la mañana. Girando la cabeza, encontró a un sanador parado frente a ella escribiendo cosas en un cuaderno.
El hombre dejó de escribir al sentir el movimiento de Diana y se giró sobre sus talones para mirarla con un ojo crítico.
Parecía serio y singularmente cansado.
Se acurruco en una bola apretada y defensiva debajo y de sus sábanas y tratado de no llorar otra vez. Sentía que iba a enfermarse. Podía escuchar los zapatos del medimago cruzando la habitación y acercándose a su cama.
Hubo un silencio pesado, un largo y abrumador silencio y ella pudo sentir su mirada quemando.
—No puedes hacerte daño ni nada que provoque dolor o accidentes físicos o mentales.
Diana podía sentir sus huesos arder por el frío.
—El brazalete absorbe una mínima cantidad de estrés y dolor que puedas llegar a sentir o experimentar debido a las sesiones que tendrás para aumentar la concentración de magia oscura en ti. Pero no absorberá todo si tienes un ataque de pánico o algo parecido. Si se estresa demasiado podrías romper la finca completa en segundos. En uno de los armarios del baño hay pociones calmantes para evitar eso.
Podía sentir el pinchazo de las lágrimas en el rabillo del ojo.
—Tu guardia asignado va a explicarte tus horarios, las cosas que se te permite hacer y las que no. Las actividades que te ayudarán a alejar el estrés y las caminatas para ejercitarte. Más de diez elfos están a tu cuidado. No se te permite hacer nada que influya en ese proceso. Eres un arma experimental ahora. Vendré a verte hoy. O tal vez mañana por la madrugada.
Ella no dijo nada. Diana respiró profundamente y el sanador se giró una vez más sobre sus talones y salió de la habitación.
El cuerpo de Diana aún estaba sufriendo ligeros espasmos cuando se sentó en la cama y abrió los ojos. Sentía que debía hacer algo.
Correr.
No- ella no podía.
La muerte jamás había asustado a Diana. No, Su propia muerte jamás le había asustado. Su miedo era la muerte de sus amigos. De la gente que amaba. La forma en que sucedería.
Nunca se habría imaginado que terminaría siendo criada por mortifagos. Ser un experimento con una meta para ser un arma de guerra. Como un dragón enjaulado y abandonado. La situación era mucho más compleja que eso.
Nunca tuvo miedo a que su cadaver se descomponga en un bosque por meses y meses solo. Ese destino no era nada comparado a perder a las personas que amaba por un desliz. O ser un experimento humano que probablemente en un puñado de meses más usarían como juguete para los mortifagos estresados y necesitados.
Jamás podía escapar. Pero podía permitirse el lujo de morir rápido. Algo que no pudieran evitar.
Un elfo apareció con un 'clic' delante de ella. Cargando una bandeja con comida y pociones.
—Este es el desayuno, cuando vayas a ducharte tenderé su cama. ¿Necesita algo más?
—¿Que hora es?
—Son las seis. Las seis de la mañana. ¿Necesita saber algo más?—dijo, mientras abría las cortinas y dejaba entrar la luz tenue del sol atrás de las nubes.
Diana negó.
—Bien, volveré cuando comiences a ducharte. Él señor me dijo que tomarás tu tiempo para comer. No debe tener prisa.
Ella asintió. Hubo una pausa y finalmente habló. —¿Quien...Quien es mi guardia?
El elfo bajo la mirada y sus manos temblaron. —No puedo decirlo aún. Él me ordenó que no te lo dijera hasta que él mismo se presente aquí.—dijo, se movió por habitación para dejar la bandeja con comida en el escritorio. —Pronto vendrá a verte.
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Éternel; Draco Malfoy
Fanfictionᴇᴛᴇʀɴᴇʟ|| El mundo está en un hundimiento lento, Voldemort toma como rehén a la Verdugo de la Orden del Fenix por su extraña maldición parasitaria para explotarla y convertirla en el arma de guerra más maravillosa que el mundo mágico haya tenido y...