La noche cayó, reluciente contra los cristales de la habitación. La luna estaba brillando en su punto más alto.
Se acurruco en su silla mientras leía la guía de magizoologia nuevamente por milésima vez en su estadía allí. Repasando la sección de los Kelpies y sus ilustraciones.
Hubo un golpe en su puerta, ella levantó la cabeza para mirar y vio a la elfa Middy de pie allí. —El gran señor tenebroso ha cancelado la reunión planeada. Se ha ido con carroñeros a- Suecia.
El alivio la invadió mientras trataba de hacer que sus manos dejaran de temblar por la sesión que había tenido varías horas antes con el señor oscuro.
El fuego de agonía se había apagado.
—Le han dicho a Middy que puede traerle té. ¿Quieres té?—su voz fue suave.
Diana negó. —Oh, no gracias.
La elfa siguió mirándola y luego hizo una reverencia para irse. Había algo en esos enormes ojos cuando la vio.
Diana se quedó mirando el lugar vacío por varios segundos antes de ponerse de pie para cerrar las ventanas, pero se encontró su reflejo en el espejo del armario. Y ella se quedó allí, viéndose a si misma.
De alguna manera había asumido que su situación no sería igual para ningún prisionero futuro. Los tratos hacia ella parecían ser estrictamente calculados. Clínicos. Dejándola sola en su oscuridad. La esperanza de que su inteligencia se esfumara y se convirtiera en alguien con mente de hule y accesible.
Accesible. Esa era una clave. No solamente era un prototipo de guerra. También era un arma. Y además de eso, una esperanza de repoblación de herederos para los sangre pura. Su destino estaba tallado para convertirse en una esclava sexual.
No sabían su linaje o estatus sanguíneo. A si que una repoblación con una probable sangre sucia o una mestiza no era conveniente para cualquier hombre puro. Pero, si ponían su tapadera de arma de guerra, era una tentación ardiente. Sobrepasando los estatus sanguíneos.
Se dio cuenta de ello con una amarga punzada en su corazón.
Pero era obvio, la intención era eso. Sin sostén, vestidos delgados y bragas accesibles.
Ni si quiera se reconocía a si misma en el espejo.
Hubo un silbido en el aire, un corte, y Malfoy volvió aparecer en su habitación. Delicadamente. Serio y frío. La máscara de todos los días en su rostro.
—Tengo que quedarme aquí. Contigo. Por algunas horas. —explicó. —El señor oscuro se ha ido de Inglaterra por un ataque inesperado en Suecia. Lo ha puesto de mal humor. Las cosas se han agudizado. Los sanadores que llevan tu tratamiento me han ordenado...embriagarte.
Ella lo miró, estudiándolo. Su brazo. Había algo extraño en su brazo.
—Quieren ver tu autocontrol estando vulnerable mentalmente. Tengo que observar y llevar mi informe mañana por la mañana.
Era estúpido.
—Entiendo. —dijo Diana.
Él vaciló. —Te traerán una botella de Brandy, brebaje de raíz de margaritas y Whisky de fuego. Podrás elegir tu veneno.
—¿Te quedarás conmigo?— ella dijo. Su voz tembló. —¿Todo...el tiempo?
—Correcto.
—Bien...—suspiró. Sus ojos viajaron hasta su brazo izquierdo nuevamente. —Tu brazo está sangrando.
Fuego en sus ojos.
—Oh, esto. —dijo sin tomarle importancia. —Una misión breve al sur de Francia. Un Matagot me atacó cuando estaba desprevenido.
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Éternel; Draco Malfoy
Fanficᴇᴛᴇʀɴᴇʟ|| El mundo está en un hundimiento lento, Voldemort toma como rehén a la Verdugo de la Orden del Fenix por su extraña maldición parasitaria para explotarla y convertirla en el arma de guerra más maravillosa que el mundo mágico haya tenido y...