ᴏɴᴄᴇ

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Estaba mirando fijamente un punto ciego de las paredes del baño mientras se hundía en la bañera y el hechizo en el agua tibia se mantenía.

Sus dedos abrazaron el borde de la bañera, cuadró los hombros y mantuvo su espalda recta mientras se terminaba de repasar una pagina de poesía en su cabeza.

Todo para llevar su mente lejos de allí. Ella no estaba en esa casa. Su sangre no se había vuelto espesa y ardiente por una tortura inhumana. Ella estaba corriendo.

Las alteraciones mágicas volvieron cada vez con más fuerza. Luego de cada sesión, la ataban de manos y pies a la cama y la obligaban a estar así por al menos tres horas. Luego de eso, una bruja pequeña y desdeñosa iría y dejaría su comida en el suelo, con una risita de burla mientras se iba.

Habían comenzado a tratarla como a un animal.

Trató de no pensar en eso. Si no pensaba en ello no estaba sucediendo. Ella solo trato de ni siquiera recordar eso. No era un animal, era un humano. Para ella misma, ella seguía siendo una persona.

El sentimiento trato de guardarlo al fondo de su corazón y dejarlo salir solamente cuando la frialdad la estuviera consumiendo cruelmente. Llevando su mente lejos, muy lejos de allí y viviendo en el sueño lejano de ser tratada como una persona.

Su Slytherin interior estaba muriendo. Ella lo sabía desde que su ambición por matarlos a todos estaba ahogada en su estómago y solo quería acabar con ella misma.

Nada más. Solo eso pedía.

Las lagrimas se habían hundido en la piel de sus mejillas.

Ella salía a la galería de arte y al campo de lirios o —también llamadas astromelias—casi todos los días. Se quedaba vagando en los lugares hasta que extrañaba su cama y quería dormir.

Salió de la bañera cuando su piel se arrugó. Frotó y frotó la toalla contra su piel, convenciéndose de que aún era alguien con piel y huesos.

El frío de la finca hizo que sus pezones se traslucieran sobre su vestido, llevando un punto más al futuro plan de Shand de embarazarla. Cualquier mortifago que la viera desde lejos saboreaba la tentación de tomarla y follarsela con un silenciador sin que Malfoy los descubriera.

Se acurruco en su cama y suspiró. Cerrando los ojos. Sintiéndose perdida en la soledad. Sintiendo su interior encogerse bajo su tristeza.

Tal vez si aceptaba a algún luchador por una noche, podría usarlo como llave para escapar de allí. Podría decirle a Malfoy que aceptaba a cualquier concubino que quisiera una noche con ella y podría vender su "pureza" a cambio de libertad.

Sus pulseras de plata ardieron cuando pensó en eso.

Ella podría hacerlo, solo qué tal vez después.

Sus dedos derechos tocaron su muñeca y mano derecha. Su corazón decía piel y carne, pero su mente estaba comenzando a decir pociones y hierro.

¿Humano, arma?

No había nada. Ningún corazón palpitante. Podrían gritarle y ella no se inmutaría.

Si quería suicidarse, podría convencer a alguien de matarla.

Hizo una pausa en su cabeza para considerarlo.

Ella miró sus muñecas con atención, las pulseras de contención y retención de magia oscura parasitaría, su sentencia de esclavitud y su bienvenida a dejar de tener dignidad. Dejar que su ambición muera en esa habitación lentamente.

Si miraba con mucha atención, habían finos y delicados hilos de magia brillante colgando de un extremo a otro en sus brazaletes, con una elasticidad perfecta para hacerlos casi totalmente inexistentes .

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora