Qᴜɪɴᴄᴇ

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Todos estaban alrededor de una mesa brillante. Miraron hacia la puerta cuando el elfo entró con Diana.

Middy hizo una reverencia. —Ella está aquí, mi señor. —dijo, agachando la cabeza, viendo fijamente el suelo empapado de sangre humana.

Todos la miraron. Incrédulos.

Diana miró temblorosamente hacia el costado, había un cadaver a medio devorar en el suelo, tenía abierto el estómago y su intestino grueso estaba colgando decorativamente sobre sus piernas.

—¿Ella? ¿De verdad, Lord? —dijo Dolohov, con voz confundida. —Pensé que traerías a los refuerzos de Suecia, o tal vez Alemania. Luchadores experimentados. No a...esta.

Diana cuadro los hombros, viendo hacia el frente, frunciendo el ceño para escuchar atentamente mientras sus cadenas crujían.

—Ciento ochenta.—habló, desafiante. —Ciento ochenta de mis hombres han muero por ella. —Él rió. —Quiero probarla. Es mi oportunidad. —Dijo Voldemort mientras acariciaba perezosamente la cabeza de Nagini. —Va a cumplir un mes aquí. Ya es tiempo de que se haga...funcional. Si me equivoco...bueno, se quedará como una yegua de cría.

Rabastan negó con la cabeza. —¿Y la última vez que estuvo en una pelea fue...?

Diana miró rápidamente a todos, Severus no estaba allí. Para su desgracia.

Voldemort la miró. Sus ojos se encontraron con los de ella y ardieron en sangre. —No tengo idea. No importa en lo absoluto. Podemos obligarla con Imperius y los brazaletes. Hay tantas formas para manipulación mágica en jovencitas.

Ella no sabía que tan inteligente podía ser él. Venenosamente inteligente.

—Mi señor, no creo que sea necesario...tomarla ahora. —dijo una vez más Dolohov. Apretando sus puños hasta que se volvieron blancos. —La necesitaremos después, en ataques grandes, mi señor. No hay necesidad de arriesgarnos a perderla. No podremos reemplazarla.

Un hombre de cabello ligeramente azul oscuro habló. —No podemos arriesgarnos que la cosa grite y organicen un rescate. No hace falta un problema más en la agenda.

Habían varios generales allí. De los más poderosos. Pero sus máscaras de frialdad no eran como las de Malfoy. Eran quebrantables. La de él no lo era.

—Bellatrix es buena maldiciendo, señor. Asesina rápido. Sus ejecuciones se duplicaron el mes pasado, Lord. —dijo Rabastan. —Podría convertirse en un estorbo, mi señor.

Ella respiró, sus ojos se incendiaron en ambición. —¿Que planean?

El arrepentimiento le estaba comiendo la lengua.

—Harry Potter será trasladado a una casa de seguridad. Planeamos un ataque para el momento en que se realice. —dijo Avery. Sus ojos se llenaron de tensión. —¿Donde está Severus? Él podría tener detalles de los idiotas e incompetentes de la orden.

—Está terminando el tratado de Escocia. Y quiero que todos guarden silencio. Ni una palabra a nadie más. Severus debe enterarse después de ella. —su voz goteó en agresividad mecánica. Amenazando.

Todos agacharon la cabeza. —Si, mi señor.

—¿Y si es una trampa?—dijo Amycus Carrow.

Diana escuchó con atención mientras sentía una pitón en su pierna.

—Me encararía correr el riesgo. No voy a perder la oportunidad de capturarlos y repartírselos a ustedes para hacer lo que quieran. —voldemort siseo. Una Piton se enroscó en su mano y él le cortó la cabeza con su propia uña.

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora