ᴛʀᴇɪɴᴛᴀ ʏ ꜱᴇɪꜱ

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FLASHBACK OCHO

Continuó su entrenamiento y dedicación a sus criaturas, visitando la habitación con la esperanza de encontrarlo allí.

Durante la última semana de mayo, Diana se esforzó por traspasar los confines de las barreras de aparición de Hogwarts, adentrándose cada vez más en el bosque, en busca de nuevos lugares. Sin embargo, se vio frustrada al no poder conseguir ciertos alimentos e ingredientes cruciales.

Cuando la provisión de comida para los Zouwu comenzó a agotarse, finalmente se resignó y se aventuró a adentrarse en otra área del bosque prohibido.

El bosque era mucho más grande de lo que todos pensaban.

El primer día de Junio, Estaba cosechando un gran lecho de Dittany que había encontrando cuando el bosque se volvió anormalmente silencioso.

Su vista bailó y vio a las silenciosas hadas luminescentes deslizarse por las hojas hasta la copa de los árboles.

Y hubo algo.

Dientes afilados como dagas se hundieron en su pierna derecha. Ella soltó un grito ahogado y al voltearse un Gytrash estaba en la oscuridad.

Le había cortado la pantorrilla y el muslo.

—¡Lumos!— ella chasqueó y el perro fantasmal se fue rápidamente por la oscuridad del bosque.

Apenas tuvo tiempo de mirar hacia arriba cuando un hombre lobo estaba mordiendo su brazo. La inmovilizó debajo de él mientras se acercaba tentadoramente a su garganta.

Le estaba apuñalando los brazos con sus garras.

Diana no pensó y clavó una daga de Plata en la cien de el hombre lobo. Se liberó, se puso de pie y corrió como pudo hasta Hogwarts con el aliento entrecortado por el dolor.

Al llegar a la sala de entrenamiento con Malfoy, se encerró, su mirada perdida en un aturdimiento devastador, soltando una risa amarga que resonó en la penumbra, un eco de su lucha desesperada por sobrevivir.

Ella se encontraba inmersa en un flujo incesante de sangre, un testimonio sombrío de su feroz enfrentamiento.

La fuerza para convocar un patronus y enviarlo a Hermione le resultaba una quimera inalcanzable en su estado. Una sensación de impotencia la envolvía, empujándola hacia la oscura orilla del desmayo.

Con dedos temblorosos, extrajo un vendaje y, con un hechizo apresurado, lo ajustó alrededor de sus heridas, en una danza de urgencia y desesperación.

Diana rasgó su camisa en un gesto de determinación, aplicando las hojas de Dittany sobre el vendaje con mano firme, aunque sus ojos reflejaban la nostalgia de tiempos más apacibles.

Un charco lúgubre se extendía bajo su forma agotada, una sombra de la batalla que había librado. Prometió a sí misma que limpiaría cuando la marejada de debilidad se apaciguara.

Con un suspiro exhausto, convocó un espejo, y mientras su reflejo le devolvía la mirada, continuó el proceso de curación de la mordedura del Gytrash, aferrándose a la esperanza de un futuro donde las cicatrices serían el testigo silencioso de su valentía.

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora