ᴅɪᴇᴢ

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Un puñado de días después, Diana estaba sentada en el suelo junto a su cama junto al libro de Ana Bolena que Malfoy le había regalado.

Su hambre por leer más de quince páginas al día le estaba comiendo la cabeza, pero se obligó a resistir disciplinadamente. Era un libro corto, para su desgracia, con no más de 375 páginas.

Un sanador al día iba a revisar su mano y revisar la sensibilidad de sus tendones y nervios. Le inyectaban un cóctel de alguna poción y la dejaban sola en su oscuridad nuevamente.

Había llegado un recuerdo nuevo a su mente. Un recuerdo cálido de su época en Hogwarts. Su Patronus. La forma en que su huron salía de su varita y corría por el aire para enviar un mensaje.

Mientras recordaba, Diana dejó el libro sobre su regazo mientras echaba la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y dando golpecitos con sus dedos contra la dura portada del libro.

Los Malfoy habían organizado una fiesta de mitad de verano. Como un solsticio de verano atrasado. Aunque el clima cálido nunca se presentó, la finca siempre era mayormente fría.

Era una fiesta para salir nuevamente en las páginas de la sociedad.

Sus ojos viajaron hasta el gris de las perlas del retrato de Ana en la portada, recordando sus ojos. Sus crueles y fríos ojos.

¿Que información útil podría extraer de Draco Malfoy? ¿Que debía aprender de él?

Nunca iba a escapar. Iba a morir en esa habitación. Si tenía un poco de suerte, iba a morir en el campo de lirios. Sola. Hasta que un elfo de jardinería la encontrara y Malfoy le cortara la cabeza para colgarla como trofeo.

Un puñado de segundos después, Malfoy estaba atravesando la puerta de su habitación. Vistiendo un traje elegante y una túnica de piel de dragón totalmente fina y distinguida.

Podía sentir la magia oscura salir de él, girando en sus bordes y apoderándose de sus ojos.

No lo había visto desde que le dio el libro.

¿Por que la odiaba tanto? Ni siquiera hablaron en Hogwarts.

—Paseo nocturno, arréglate. —Dijo, era una orden dicha con un tono desafiante y frío. —Esperaré afuera. ¡Middy!—habló con fuerza, la elfa apareció inmediatamente frente a él. —Arréglala. Hay una posibilidad de que sea vista por el gabinete. No debemos dar una mala impresión.

Él se burló mientras la miraba, giró sobre sus talones y salió de la habitación.

Diana se quedó mirando el libro que sostenía en su regazo con desconcierto por varios segundos.

La elfa se movió por la habitación, abriendo el armario y sacando un juego de capas nuevas y conjurando uno de sus habituales vestidos negros mientras diana seguía abatida en el suelo.

La elfa dejó un guante negro de piel de dragón junto a toda la ropa.

Finalmente se puso de pie, caminando hasta la ventana y viendo los oscuros jardines de enredaderas espinosas en la entrada. Lejos del campo de lirios de campo.

Quizás Lucius era el responsable de la jardinería.

La elfa la peinó, atando su cabello en su nuca con magia. Sin alfileres por su seguridad. 

Ahora además de ser un arma, era un arma con tendencias suicidas. Todo era peligroso para ella.

—Es un juego de vestidos nuevos, para prepararla para el invierno. —Dijo la elfa. Su voz fue amable. —Es por ello que son de cuello alto.

Diana asintió. Al menos podría elegir si usar los vestidos de escote barco o de cuello alto.

Era un avance.

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora