Cɪɴᴄᴜᴇɴᴛᴀ ʏ ᴄᴜᴀᴛʀᴏ

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MARZO DE 1998

Ellos vienen.

Ellos vienen...

Atrapada. Atrapada. Atrapada.

El pensamiento era como una canción maldita.

Diana quería recuperar su oclusion por completo para poder aplastar todos esos pensamientos desesperados. Parecía tener una piedra alojada en el pecho y cristales rotos en su garganta. Sus pulmones estaban adolorido y su cabeza ardía.

El alma se le arrastraba hasta los pies, la carne debajo de sus uñas ardía y sangraba. Había un pinchazo insistente en los músculos de su cuerpo mientras la maldición le vibraba en los brazaletes.

Sentía el dolor cada vez que tragaba. La sensación de desesperación hundiéndose en su estómago. Revolviéndose y atrapándola. Arrastrándola hacia atrás y revolviéndole los sesos.

Pronto Draco sería la primera persona que habría muerto por no esforzarse lo suficiente.

Pero ella no sabía nada. Era gracioso. Diana Fennell no tenía ni la mínima idea mientras el tiempo y el destino le hojeaban la vida.

Esfuerzo. Esfuerzo. Y más esfuerzo. Nada parecía suficiente cuando se trataba de bailar vals con las artes oscuras.

Unos años más tarde descubriría que no había estado bailando con las artes que ella creía. Eran artes más profundas, vengativas, de sangre.

Ella creía que no había nada. Nada para hacer que el dolor y la desesperación se desvanecieran. Era la primera vez que iba a salvar y no matar. Y ella le rogó al cielo por que funcionara y su oscuridad la dejara ser buena por una sola vez.

Lloraba para rezar. Una lagrima por cada oración. Le rezó al campo. Le rezó a los lirios. A las nubes y a la lluvia.

No me hagas responsable de esto.

Esto, no era absolutamente nada del sufrimiento que pronto iba a atravesarla.

Si pudiera ser más estable, pensó que podría preguntarle lo que fuese y lo que quería saber. En cambio, siempre que quería hablar sobre el tema de la desconexión de la marca, su voz se quebraba y su cuerpo cedía. Era un sabor amargo en su té y algo ardiente en su boca.

Draco siempre la dejó llorar. La dejaría llorar todo lo que quisiese y luego la abrazaría y la calmaría cuando empezaba a desesperarse y el mundo caía sobre sus hombros.

Pero de cualquier forma, sentía la cucharada de frialdad que Draco aplicaba con ella. Te quiero pero no nos entusiasmemos ahora. Después las cursilerías. No ahora.

No ahora. Algo que le comería la carne qué hay debajo de la piel unos años después.

Adolescente estupido. Ellos tenían tiempo.

Sus ojos grises estaban llenos de arrepentimiento por haber aceptado el plan de Diana.

Pero no podía luchar contra su propio juicio cuando unos ojos oscuros como la noche le estaban rogando.

Quería gritarle. Quería gritarle a él, a Voldemort, a la orden. Y especialmente a su madre. Diana creyó que estaba enloqueciendo y se derrumbaba contra el espejo del baño al verse a si misma.

Lo que ella no sabía, es que estaba en ese entonces en uno de sus mejores momentos. Tenía piel y carne en su rostro. Mejillas lisas y al menos comida tres veces al día.

El futuro era un arte amargo.

La desesperación de Diana consumía a Draco. Hacía que su corazón se rompiera como si fuera de cenizas.

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora