—Te amo— dijo las palabras contra sus labios. Sus dedos afilados se deslizaron a lo largo de la curva de su cuello y hombros mientras sus labios seguían moviéndose contra los de él.
Sus dedos se hundieron en su cabello y los enredó en su nuca haciéndola jadear contra su boca. Sus palmas acunaba su rostro. Sus labios ardían y dolían.
La besó, La besó y la besó.
Estaban hambrientos. Fue como si estuvieran muriendo. Ahogándose. Su boca rozó la de ella y la mordió. Su lengua se empujó en su boca antes de retirarse y volver a morder sus labios suavemente.
Desesperado.
Cruelmente atractivo.
Sus pulgares acariciaron sus pómulos. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello. Su cuerpo se aplastó contra el suyo.
Algo ya conocido. Algo familiar.
Cómo sentirse en casa.
Él soltó un jadeo entrecortado contra sus labios y ella lo sintió estremecerse y deslizar una mano a su garganta.
Ella ya no lo miraba tratando de descifrar quién era en realidad como lo hacía hace demasiadas semanas atrás.
La sangre rugía en los oídos de ambos. La besó hasta que pudo sentir la desesperación recorrer su espalda y la familiaridad florecer a su alrededor.
Se detuvieron, apoyando su frente contra la de ella. Sus manos temblaban mientras la sostenía por la cintura.
Ojos brillantes.
—Lo siento, lo siento mucho. Todo, todo lo que te hice,— su voz rota resonó en sus oídos. —Te amo. Todo pasó y nunca pude decírtelo. Y-yo... siempre. Desde siempre. Estuve enamorado de ti. Lo estoy. Estoy enamorado de ti.
La abrazó con fuerza. Aplastándola contra su pecho para sentirla viva entre sus brazos.
—Te conozco. —le dijo Diana mientras enterraba su rostro en su esternón.
—Por supuesto que lo haces. —respondió casi ahogando una sonrisa tranquila.
Luego de una hora entera de abrazos temblorosos y emocionante, Ella le pidió que se quedara todas las noches.
Diana lo cuido mejor que nadie en todo el mundo.
Ella se acurrucaba otra vez en sus posesivos brazos y se dormía escuchando los latidos de su corazón.
Enredaban sus meñiques durante las oscuras noches de lluvia y se hundían en mantas.
Entrelazaban sus manos, frotándose la punta de la nariz y se besaban como siempre quisieron hacerlo.
Las manos de Draco llegaban de su cintura para arriba. Nunca bajaron más allá.
Diana despertaría durante la noche para tapar a Draco con una manta y su piel se volvería gradualmente un poco menos fría.
Cuando no podían dormir. Draco le daba su varita a Diana y ella dibujaba en el aire el árbol genealógico de la familia real inglesa. Se lo intento enseñar varias veces. Él se aprendió los nombres después de ocho lecciones.
Durante el día él se iba. Fuera de Londres o fuera de Europa. Y ella se hundía entre sus libros y hacía anotaciones.
Le entregaba cada vez listas más largas a Middy de libros que quería. Rompiendo maldiciones en su mente. Artes oscuras. Maldiciones y conjuros letales. Libros de biología muggle.
Recordar también trajo consigo cada recuerdo de los asesinatos y la sensación vibraba bajo la piel de Diana. Aún sentía la sangre de todas las víctimas debajo de sus uñas.
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Éternel; Draco Malfoy
Fanfictionᴇᴛᴇʀɴᴇʟ|| El mundo está en un hundimiento lento, Voldemort toma como rehén a la Verdugo de la Orden del Fenix por su extraña maldición parasitaria para explotarla y convertirla en el arma de guerra más maravillosa que el mundo mágico haya tenido y...