ᴠᴇɪɴᴛɪᴅᴏꜱ

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Narcissa carraspeó. —Mi hijo me envió a ver cómo estás. —su expresión decayó. —y veo que estas...terriblemente mal.

La mujer se acercó hacia ella, tocó la mejilla de Diana y palideció al contacto, estaba fría.

Con un movimiento de varita reparó y detuvo su crisis de hemofilia.

—Entonces...—comenzó. —Diana, ¿verdad?

Diana asintió y se puso de pie agachando la cabeza. —Correcto.

Narcissa hizo que ella la mirase. —¿De donde eres?

—Un pueblo pequeño de Inglaterra Muggle, Castle Combe. Viví allí hasta los cinco años. Luego me mantuve en Londres hasta los dieciséis, hasta que me fueron a recluir para Hogwarts...—Diana hizo una pausa. —Oh- y mi cumpleaños es el 19 de Junio, por si...le interesa saber.

Para poner en el grabado de su lápida. Por supuesto.

Su expresión la estudió. Sus ojos azules la estudiaron rápidamente haciendo anotaciones psicológicas de ella. Una vez terminó, se vio satisfecha. —Lo entiendo. Alguien mencionó algo sobre Grecia. ¿Viviste allí?

Diana se acomodó el cabello detrás de las orejas. —Oh no, no...mi madre es griega. Todo su linaje sanguíneo es griego y mi padre es totalmente ingles. Soy mitad griega y mitad inglesa.

Narcissa sonrió suavemente. —Extraña mezcla. Supongo que de ahí vienen tus facciones. Son afiladas. Como talladas en mármol, Encantador, por cierto. —ella le recorrió el rostro con la punta de un dedo, sintiendo su piel suave. —Draco mencionó algo sobre la intensidad de tus ojos. Pero no creí que fuera real. Son muy oscuros.

Las mejillas de Diana se encendieron. —Yo...creo que su intensidad cambia dependiendo del día. Últimamente están profundamente oscuros por...todo lo que me hacen.

Ella asintió. —Una cruel pena. —dijo y se dirigió hacia la puerta. —Suerte.

Narcissa desapareció por la puerta. Dejándola sola y más sola en su habitación.

Narcissa según Harry y Ron, era igual de fría y clasista que Lucius y Bellatrix. Pero ahora se veía distinta. Asustada y calculadora. Silenciosa. Como una daga apunto de ser enterrada en la espalda.

La manera en que la estudió fue una manera calculadora de saber el futuro. O al menos se sintió como tal. La miró como si supiera algo. Estudiando su perfil y su piel.

Afuera en el jardín, los preparativos para una nueva fiesta se pusieron en marcha. Los elfos recortaron flores y las hicieron crecer en jarrones de oro y mármol. Habían luces flotantes sobre placas de porcelana brillante sobre el césped.

Era escasamente probable que Voldemort planificara fiestas. A si que por supuesto, era una nueva fiesta dedicada a la sociedad para mantener el puesto en alto.

Tragó y apretó los labios en una línea dura mientras se cuidaba el uniforme para ducharse.

Hizo una pausa y miró su reflejo.

Se odiaba. Odiaba verse en el espejo. Odiaba ver su reflejo. No reconocía a la persona que estaba reflejada en el cristal.

Apartó la mirada de su brazo izquierdo. Quería arrancarse la piel de su antebrazo a mordiscos hasta hacer desaparecer la marca. Pero debía resistir.

Se veía gris y escuálida. Pálida como un espíritu y delgada como un listón. Atractiva hacia el mundo y destrozada para si misma. En sus recuerdos de sí misma, recordaba tener trece años y tener las mejillas enrojecidas mientras leía un libro a la luz del sol sobre la alfombra de la sala de su casa. Tenía el cabello trenzado desordenadamente y su piel era suave.

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora