ꜱᴇɪꜱ

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Ella despertó en su cama, con un sanador joven a su lado y un hechizo levitando delicadamente sobre su cuerpo.

Los siguientes días, Malfoy no apareció en ningún momento. Un elfo la sacó a sus paseos de jardín por la mañana y después de almorzar.

Diana se sintió congelada mientras recitaba pociones para sí misma y trataba de llevar su mente lejos de toda la concentración del caos. Todo para no pensar en cómo estaban destruyendo su cuerpo lentamente.

Trato de no pensar en eso. En como la ataban a una mesa casi totalmente desnuda y le inyectaban tantas cosas que las venas de su cuerpo relucían en rojo ardiente. Y aún así, más de un sanador la miró deseosamente mientras la torturaban.

Se preguntó porque Malfoy no había ido a verla. ¿Se había ofendido? Ella estaba segura que una bofetada más en su nariz no sería nada importante.

Tal vez era una manipulación psicológica. Para que eventualmente fuera un muñeco de cuerdas que obedecía y escuchaba sin reclamar.

No la había matado, eso era un detallé importante. Su provocación no lo enfadó lo suficiente como para poder matarla. Simplemente fue a buscarla y luego despertó en su habitación otra vez.

Trato de imaginar cómo ocultar un cuchillo del almuerzo en algún lugar de su habitación para poder afilarlo lo suficiente y poder matar a Malfoy. Hacer de ese cuchillo un arma potencial para poder apuñalarlo.

Sus brazaletes se sentían vacíos cuando pensaba en las deliciosas formas para poder matarlo. Como si algo le estuviera leyendo la mente y se espantara de sus formas de tortura.

Fantaseaba con estar en un campo de batalla y matar a cada General del ejército del señor tenebroso.

Ahora, Draco Malfoy estaba pisándole los pies a cada General del señor tenebroso. Cualquier mínimo error y él subiría a su lugar. Pero para poder hacerlo, debía matarlo. Diana no estaba segura de si él podría matar a su propia tía si ella cometía un gran desliz.

Eran grandes personas casi impenetrables y estrictamente formadas para una sola misión. Iba a ser tan difícil que uno de ellos cometiera un error.

Ella prometió matar a cada uno de ellos lentamente hasta que rogaran por piedad.

Cuando ella se despertó a la mañana siguiente de algún día, un elfo la alistó más temprano que de costumbre. La sensación de horror al ver las cadenas de hierro ajustarse en sus brazaletes y ver cómo la guiaban por una dirección diferente fue una tortura adicional a su alma rota.

Sabía que los brazaletes absorbían algo de pánico o sensación que la llevara a un colapso, no quería imaginarse a sí misma sin ellos en ese momento.

—Luego de esto,— comenzó a decir la elfina. —Voy a cuidarla por unos días.

De repente cayó de rodillas a una habitación oscura. El olor a humedad y carne sangrienta era aterradoramente familiar.

El señor tenebroso estaba allí, con Bellatrix Lestrange a su lado y Nagini al otro.

No sabía cuál de las tres serpientes iba a morderla primero.

—Sujétala. —Ordenó Voldemort y unos segundos después estaba en el suelo sin poder moverse. La desesperación de querer gritar y pedir ayuda le comió la garganta hasta que sangró.

Diana no dijo nada. Tampoco podía hacerlo. Ella solo miró.

Se obligó a seguir consciente. Mirando a cada uno a los ojos.

Ella iba a matarlos. Ella iba á.

Podía oír su corazón rugir dentro de su pecho y como la sangre corría por sus venas.

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora