ᴇᴛᴇʀɴᴇʟ||
El mundo está en un hundimiento lento, Voldemort toma como rehén a la Verdugo de la Orden del Fenix por su extraña maldición parasitaria para explotarla y convertirla en el arma de guerra más maravillosa que el mundo mágico haya tenido y...
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9 MESES ANTES.
3 DE MARZO DE 1997, TRES MESES ANTES DE LA MUERTE DE ALBUS DUMBLEDORE, HOGWARTS.
Una chica estaba corriendo por el castillo.
Diana esta de pie consumiéndose frente al espejo.
Se ha frotado las manos hasta que se enrojecieron y ardieron para quitar la sangre de alguna persona que acababa de matar.
Llegó un mensaje de secuestro a una chica de Ravenclaw que formaba parte del ejército de Dumbledore que estaba recogiendo rocas en la orilla del lago negro. Su patronus en forma de canario llegó gritando a los oídos de Alastor Moody y Diana una vez más ha tenido que correr por el castillo para salvar a un miembro de inteligencia.
Su túnica de Slytherin ha quedado olvidada en algún lugar de su habitación y ella esta corriendo con su uniforme a medio desarmar con una daga apretada en su pantorrilla debajo de sus calcetas largas de uniforme.
Cuando llegó al lugar, la chica ya estaba muerta y pálida. Sus ojos estaban arrancados y estaba desnuda mientras un hombre con una capa de piel de oso y dragón se inclinaba sobre ella y mordía su cuerpo desesperadamente.
Diana se lanzó hacia adelante y clavó un puñal en su espalda. Arrastrándose hasta el suelo y desgarrando su piel. Una maldición le rozó la mejilla y otra le golpeó la mano.
Mientras el mortifago se mantenía dentro de la chica sin vida, Diana se sintió lo suficientemente enojada como para llorar y gritar.
Hubo una explosión de sangre y sesos cuando disparó hacia la cabeza del hombre y la explotó con un movimiento de varita.
Ya no sentía nada. Ella hizo su trabajo. Matar y superar.
En ese punto, el arrepentimiento y la culpa de arrebatar una vida era un sabor amargo adicional en su café. Nada más.
Movió su varita y su huron envió la ubicación del cuerpo a Alastor y Severus.
Se giró sobre sus talones para ver el cadáver de la chica. Era nueva. Llegó hace una semana desde Brazil para formar parte de la inteligencia de la orden y reconocimiento de territorio. Nada nuevo. Nadie la noto.
Se arrodilló y la cubrió con su chaleco. Le aliso el pelo hacia atrás e hizo crecer claveles, pero las flores crecieron en los huecos sangrientos de sus ojos.
Hubo una sensación amarga en el pecho de Diana. No podía hacer algo bueno por alguien sin arruinarlo. Debía dejar de intentarlo y dedicarse solamente a acabar con la vida de otros. Como un verdadero verdugo.
Ahora sus ojos se deslizaron por la superficie de su escritorio. Estudiando los libros abiertos de par en par sobre la madera de avellano y las anotaciones de letra puntiaguda.
