ᴠᴇɪɴᴛɪᴄɪɴᴄᴏ

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OCTUBRE DE 1997
MANSIÓN MALFOY

Su investigación ardiente e intensiva terminó la segunda semana de Octubre. Sus dedos tenían cortes por pasar de página en página con tanta rapidez.

La pared de la biblioteca de artes oscuras rápidamente estuvo cubierta de de anotaciones y bocetos clínicos. Dibujo la anatomía de un brazo desde cualquier punto de vista y lo estudió.

Se apoyó en el borde la mesa. Cargando todo el peso de su cuerpo en sus brazos y dejando caer su cabeza hacia adelante mientras suspiraba derrotada.

Su ambición por encontrar una salida era tan grande que al terminar una sesión de alteración mágica se arrastraba inmediatamente hasta la biblioteca y mientras su nariz sangraba hacía bocetos con su propia sangre. Viendo cuán pura estaba aún.

No amputaría el brazo. Traspasaría toda la carga mágica de su alma hacia la de ella. Lo único que le faltaba era descubrir que tan estable era el puente para poder hacerlo.

Todos los que habían tratado de quitar la marca antes, habían muerto desangrados y con los órganos aplastados como cubitos de gelatina.

La marca estaba hecha para sangrar y arder. Un pasaje directo al infierno. Pero Diana era más inteligente que la oscuridad impregnada en el alma del portador.

Si había una hemorragia, sería difícil de ver. La oscuridad está diseñada para sangrar internamente en el caso de no causar una amputación. Por lo que había un riesgo mayor.

Se había hundido en la necesidad de salvarlo. Se arrodilló en el campo de lirios y hundió allí las cosas que más apreciaba.  Como las galletas de mermelada del desayuno y los tres primeros trozos de duraznos al postre del almuerzo. Todo lo enterró bajo los lirios de campo en forma de ofrenda mientras rogaba por una salida.

Le rogó a la diosa Eleuteria y sollozó en silencio cuando se sentía demasiado abrumada por la situación.

Viajó y estudió cada reunión. En silencio observó cada maldición que desarrollaban y se dio cuenta de que usaban en su mayoría magia egipcia. El señor tenebroso estaba interesado desde hacía varios años en Egipto y sus ramas en el arte oscuro.

Entonces su mente crispó.

Un puñado de varios meses atrás, Hermione pidió un permiso de salida de Hogwarts por cinco días y arrastró a Diana hasta Egipto para revisar su firma mágica luego de tanta magia oscura.

Su cabello esponjoso se movió por las calles cálidas, guiándola y arrastrándola por la manga de la chaqueta hasta una casucha decorada con telas y mármol.

Un brujo la examinó mientras Hermione fruncía el ceño estudiando los diagnósticos. Diana había creído que era una exagerada, pero para Hermione, no era normal que un humano mágico siguiera de pie luego de haber lanzando tantas maldiciones en tan poco tiempo.

El brujo palideció y se tapó la boca con las manos mientras los cristales azules enrollados en su barba se movían y tintineaban. Examinó su alma y sus ojos se abrieron de golpe.

Pero el brujo se mantuvo en silencio.

—Ten esto. —le dijo mientras extendía un frasco mediano y largo con un líquido brillante y pequeños cristales. —Lagrimas de la diosa Sekhmet y los cristales que se crearon con sus lágrimas al tocar el mar. Esto te ayudará. —murmuró.

Diana lo miró extrañado mientras deslizaba todo en su cartera. —Gracias, señor.

Diana salió de su oclumancia y palideció. El brujo supo de la maldición pero mantuvo silencio. Tenían más poder que quince lágrimas de fénix y podían absorber toda su maldición sin dejar ninguna secuela.

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora