ᴛʀᴇᴄᴇ

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Diana se dio cuenta de su mano sobre la suya. La forma en que el pulgar de él acariciaba su mano sin darse cuenta de la acción. Su ritmo cardíaco aumentó, como si quisiera decirle algo.

Uno...dos, tres...cuatro...

En el momento en que se vieron, hubo una nueva sensación en su estómago, su cabeza decía Hogwarts y su corazón hacía que ella solo se mantuviera allí. Mirando la plata en sus ojos.

Él se movió, estirando su brazo para tomar el cuello de la botella de whisky y extenderla hacia ella. —Bebé.

Ella abrió su boca, sus labios abrazaron el borde de la botella y bebió. Hechando la cabeza hacia atrás y tensando su mandíbula una vez terminó.

El alcohol la había golpeado, y todo era en cámara lenta, las acciones, la voz lejana y borrosa. La forma en que sus manos estaban tocándose pero él no parecía notarlo.

¿Ya lo habían vivido antes?

Él tomó la botella rápidamente otra vez y bebió. Impaciente.

—Repara tu camisa, afuera está lloviendo. Y dudo que te dejes cuidar si te enfermas. —dijo en voz baja, voz suave. Se habían acercado un poco más y ahora estaban cerca. Mucho más cerca en todas las semanas que ella llevaba allí.

—Si tuviera una buena sanadora, me dejaría cuidar para el resto de mi vida. —respondió, mirándola.

Había algo.

Su piel era cálida y sus ojos brillantes. La frialdad en su persona se había ido. Lejos. Muy lejos.

Sus ojos estaban clavados en ella hasta que miró hacia abajo.

El frío les quemó las mejillas.

Sus ojos se burlaban de ella. Los fantasmas en sus ojos grises se asomaron para verla, floreciendo, sus pupilas florecieron, dilatándose mientras la veía beber.

Obsesivamente como un dragón.

Estaban mucho más cerca, rompiendo los límites clínicos.

—Voy a confesar, Que aunque lo sabía, debí haber hecho algo más. Aunque, estaba totalmente orgulloso cuando te vi maldecir a Bellatrix y matar a casi todos los hombres del señor tenebroso ese día. —Él estudió el rostro de ella a profundidad. —Te entrenaron bien, supongo.

—Como a una máquina de matar, de hecho. Aunque no recuerdo nada de mi entrenamiento...supongo que fue
Severus. —Ella respondió, mirando hacia la luna. La luz tenue chocando contra sus ojos, encendiéndolos.

—Eres como una pieza de ajedrez. —dijo. —No como un peón, como una reina.

La reina en el ajedrez era la pieza más poderosa del juego por la amplitud de sus movimientos que podría llegar a realizar.

Diana era como una reina de ajedrez.

—¿Como va mi examen de autocontrol? ¿Crees que podré aprobar?—dijo, riendo entre lágrimas.

—Tal vez.

Estaban solo ellos allí. Sentados en un sofá costoso de las reliquias Malfoy. El mundo giraba a su alrededor pero nada importaba.

—Lo siento.

Él se estaba disculpando. Tal vez irónicamente. Ella lo miró nuevamente por millonésima vez en esa noche. Pero cada vez se sintió distinta. Su mente estaba sangrando.

Tenía un temblor en la mano izquierda y sus muñecas sufrían espasmos por la tortura. Draco lo noto y su mandíbula se tensó.

Conjuró un frasco de Dittany y lo calentó con la palma de sus manos. Entonces atrajo sus muñecas hacia el frente y las masajeo, en silencio.

Éternel; Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora