Capítulo 6

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Nos correspondía la clase de física. Que aburrimiento. Por eso, mis chicas, junto con otras tres del salón, decidimos escaparnos para irnos al baño del pecado. Nos reíamos de cualquiera estupidez y esto se debía a la marihuana que nos estábamos fumando entre todas.

–el día de tu cumpleaños conocí a un chico. Estaba rebueno. Besaba demasiado rico. –comentó una de las chicas llamada Gwen. Ella era como la líder del grupo de siete chicas, por eso, eligió a sus favoritas para que la acompañaran al escape y las otras se quedaron en el salón tomando apuntes, los cuales luego nos darían.

–¿cómo se llamaba? –le preguntó Natalia estando recostada de la pared comiendo una manzana de las verdes. Sus favoritas.

Ella me ofreció una para que no fumara, pero cuando descubres algo que se convierte en una sensación deliciosa, es imposible dejarlo hacer de la noche a la mañana. Además, sé que estaba mal lo que estaba haciendo al ser una menor de edad, pero, ya era algo imposible dejarlo hacer. O, quizás no.

–se llamaba Leo. Cabello castaño, flacucho, pero bueno, ojos marrones y alto.

–por si acaso ¿no tenía un tatuaje en su muñeca de una cruz?

–sí ¿lo conoces?

–es mi primo. Y, por si no lo sabías tiene veintiún años. Si alguien los hubiera visto, ambos estarían en serios problemas.

–también cogimos. –soltó Gwen tan directa. Algo muy típico en ella. Dando una confesión tan repentina hizo que todas nos riéramos a carcajadas.

Estar con estas chicas, era lo mejor. Me encantaba reírme con ellas, charlar de cualquier tontería ¿ya mencioné que fumar también? Me sentía fuera de mis cabales. Sentía que en cualquier momento me devoraría la rica comida de la cafetería del instituto.

–¿en dónde lo hicieron? –pregunté al soltar el humo para luego pasarle el cigarrillo a Elisa.

–en la lavandería. –Gwen soltó una risa. –me puso en perrito. Me trepó en la lavadora, me hizo sexo oral. –soltó un suspiro el cual daba a demostrar que había tenido la mejor cogida. –lo disfruté. Quedamos en que volveríamos a vernos, pero, prefiero hacerme la exquisita para que no supere todo lo que le hice, piense en mí y venga a mí como mi sumiso, aunque, pensándolo bien, nunca le dije mi edad.

–¿no mencionó que tiene novia a la cual supuestamente le propondrá matrimonio?

–sí, pero dijo que lo hacía más rico que ella.

–¿de dónde carajos sabes tanto? –le preguntó Diana al terminar su cigarrillo.

–pues, hay una plataforma de lectores y escritores que escriben cosas que te hacen sentir que te están cogiendo. He leído historias muy buenas y otras que son enfermizas. –hizo un gesto de repugnancia, la cual no logro entender por qué se me hizo muy graciosa. –pues, sí, señoras y señores, son los efectos de la rica Mariana–

–oigan, al día siguiente de la fiesta, encontré a Tiana, mi hermanastra, haciendo un trío. Ambos chicos eran los que estuvieron bailando con ustedes. –señalé a las gemelas Rivera.

–¿en serio? Por suerte no nos vimos con ninguno de ellos al día siguiente. –comentó Elisa mostrándose aliviada de no haber cometido un gran error junto con su hermana.

–cierto, quien sabe si habían usado protección o no. Aunque, igual, sé que no hubiésemos hecho nada con esos idiotas. –dijo Diana, al mirar a su hermana. Ambas concordando con lo dicho.

–¿y qué tal tú, princesa Marciaga? Te vi subir las escaleras con Anthony.

Solté una sonrisa. De tan solo recordar todo lo que pasó esa noche, las emociones de adrenalina me tomaban por sorpresa y hasta las hormonas se me alborotaban. Claro, ¿cómo no iba a sucederme eso al tener como novio a un tipo que parece un dios griego?

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora