Capítulo 72

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Angelina.

Dos días después. Tuve que quedarme ya que me tenían en observación por todo lo que pasé en mi parto. Fue difícil, hasta sentí miedo luego de haber reaccionado. Además, seguía siendo doloroso el hecho de que me tenía que levantar y caminar para no tener ningún tipo de problema con mi cesárea, la cual fue vertical. Nada común, por cierto.

Acto seguido, solté un fuerte suspiro. Me encontraba de pies mirando por la ventana el atardecer que se estaba aproximando desde la lejanía. Miré al cielo y recordé a mi padre.

–te amo. Verás que te haré sentir orgulloso de la hija que tienes. –susurré.

De repente, escuché la voz de la señora Erika, junto con Mauricio y Amy. Me doy la vuelta, y veo que traían a mi niña en una de esas camillas de bebés, no sé de qué otra manera llamarle a ese objeto. A penas vi a mi hija, dormida y con su ropita, de mis ojos empezaron a caer gotas de lágrimas de la felicidad que sentía por verla tan serena. Toqué sus mejillas, y que suaves que estaban. Toqué sus manos y se sentían tan delicadas. Pensaba en la poca fuerza que tenía para cargarla y también el miedo que sentía.

–todo salió bien hermanita. Felicidades. –comentó Mauricio al darme un fuerte abrazo y al mismo tiempo dejando caer sus lágrimas.

–verás que te ayudaré en lo que necesites cuñadita. –agregó Amy al también darme un fuerte abrazo.

–me gustaría tomarle una foto y hacer una video llamada con Dalila para que la vea.

–cariño, ya hicimos las dos cosas. Fotos y video llamada. Estuvo muy preocupada por ti y te mandó saludos y un fuerte abrazo. –respondió la señora Erika al darme un abrazo. Agradecí tanto de que ella se haya comportado tan bien conmigo.

–antes de irme, me gustaría ver a Dylan y que también conozca a Faith.

–ya lo hicimos. Y ya también se encuentra mucho mejor. Cargó a Faith y le regaló un par de palabras que estaban llenas de amor. –dijo Mauricio con una sonrisa. –ya es hora de irnos a casa. Todos están ansiosos de verla. –agregó.

–pero, quiero ver a Dylan.

–será en otro momento. Ya el horario de visita acabó. –emitió la señora Erika.

–está bien. Vámonos a casa. Vendré otro día. –emití con un poco de tristeza porque realmente quería ver a mi mejor amigo.

Mauricio llevó mi maleta y la de mi niña. Amy la cargó y la señora Erika me ayudó para poder caminar hasta una silla de ruedas, y en parte, aún sentía unos leves mareos, pero nada del otro mundo. Ese malestar yo me sentía capaz de controlarlo.

Nos subimos al auto y claro, solté varios gemidos de dolor. Me hubiese gustado haber dado a luz de manera vaginal para no sentir esta molestia en mi vientre.

–señora Erika, muchas gracias por todo. Gracias a aquellas enfermeras que me cuidaron, pero principalmente a usted por ser parte de esto.

–de nada mi niña, bueno, ya no eres tan niña. Y yo te agradezco a ti por haberte mantenido fuerte. Sigue así.

Yo solo asentí y cerré la puerta. Ya quería irme a mi hogar. Ya quería ver a todos y hasta también quería hacer una video llamada con mi mejor amigo y saber de su salud. Me sentía muy ansiosa. Y hasta nerviosa por cómo sería mi primera noche siendo madre primeriza.

Treinta cinco minutos después, habíamos llegado a casa y apenas entramos, todos estaban de pies atentos. Todos me saludaron, me abrazaron y me felicitaron. Todos se sentían muy felices de verme de pie y de que ya estuviera fuera de peligro. Pero, principalmente todos estaban felices de ver a la reina de la casa.

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora