Capítulo 73

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Natalia.

Quince días de que nuestra reina, Faith, había nacido. Ahora, correspondía llevarla con su pediatra para que le hicieran esa revisión que le hacen a los bebés. La noche anterior, Theo, Angelina y yo, pasamos horas viendo videos de ese tipo de revisión. Uno nos llamó la atención, que era de un bebé que permaneció agarrado de los dedos de su doctor sin soltarse. ¿Cómo carajo puede un bebé hacer eso a tan cortos días de haber nacido?

–¡Angelina! ¡ya van hacer las una y treinta y aún no te terminas de arreglar! –gritó Mauricio enfadado luego de haberle mandado un mensaje a Amy.

–¡alguien que me ayude a vestirme! ¡mi herida aún me duele!

–ya voy a ayudarte.

–¡alto ahí Theo Holmes! Natalia, mejor ayúdala tú.

De inmediato fui a la habitación de mi amiga. Cuando entré, vi que se estaba colocando una crema encima de su herida, la cual apenas llevaba cinco días de haberse soltado los puntos. Parecía muy incómoda. Le arreglé su calzón, el cual un lado estaba más bajo que el otro y abroché su sostén.

–¿cómo sientes tu herida?

–la siento como, si hiciera un mal movimiento, las tripas se me saldrían. Por eso hago todo lento. ¿Podrías cambiar el pamper a la niña?

–está bien. –apenas y le pude responder a Angelina, cuando ya había entrado al baño para terminar de arreglarse.

Desabroché el pañal, levanté por los piecitos a Faith y apenas vi el desastre que había hecho, un asco grandísimo corrió dentro de mí. –¿qué tipo de mierda es esta? ¿Cómo puedes cagar de esta manera mi niña? Solo tomas leche. –la limpié con unas toallitas húmedas, le coloqué una crema para que no se irritara, le coloqué un pamper nuevo y la volví a vestir.

La dejé en la cuna mientras esperaba que Angelina saliera del baño. Si hay algo que me encanta, es tomarle fotos. Al día creo que le tomaba como cuarenta fotos. Pues, Faith, es una niña muy hermosa. Tiene los mismos ojos de su madre, pero al mismo tiempo me recordaba al idiota de mi hermano, gracias al álbum de fotos de ambos, cual solíamos verlos juntos, una sonrisa se me escapó por tan lindo recuerdo que tuve con él, y al igual se me escapó una lágrima por el trato que mi hermano solía tener conmigo, un trato que cambió por tener diferentes maneras de pensar.


Una noche, apenas eran las ocho, entré a la habitación y me encontré con una Angelina soñolienta, sentada en la orilla de su cama, ordeñándose con su aparato. Me senté a su lado y ella recostó su cabeza en mi hombro. Me dio el aparato junto con el tarro que apenas llevaba dos onzas de leche y se tiró bruscamente a la cama. Cuando estoy por dejar el ordeñador en la mesa de estudio, un color extraño que estaba dentro de la leche, captó mi atención. Tomé el tarro y al alumbrarlo con la linterna del celular, noté que era sangre.

Me senté a un lado de Angelina para despertarla. Ella se levantó y le comenté lo que vi. No podía creerlo y cuando vio la sangre en el tarro de la leche, alumbró sus senos, los cuales les ardía. Llamé a Amy y a la señora Belén, nos fuimos al baño a verle los senos. Solo el izquierdo se veía muy afectado. Tenía un tono muy rojizo y tenía como un pedazo diminuto de pezón o bueno, tenía esa cascarita que se nos hace en la piel cuando nos golpeamos y eso parecía querer destrabarse.

–deberías hablar con el pediatra y preguntarle si puedes darle algún tipo de fórmula. –recomendó Amy al estar sobándole la espalda a Angelina, quien se encontrada recostada del lavamanos llorando.

No entendía como se sentía porque es obvio, no he sido madre y quizás pienso no serlo porque no es mi obligación, pero, con tan solo verla, se puede ver lo cansada que se siente por no dormir bien, estresada por tan solo pensar que dentro de poco iniciaremos las clases y hambrienta porque durante el día solo pudo comer una ensalada de frutas y un pedazo de dulce de limón que fui a comprarle a la cafetería que solíamos ir para levantarle el ánimo.

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora