Capítulo 27

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–no debí tomar ese café. –susurré estando acostada boca arriba. No soy de tomar café tan a menudo y, tampoco sabía que soy ese tipo de persona que cuando toma eso no puede dormir por la noche. ¡Qué estrés! Quiero agarrar el sueño y no puedo. –¿qué puedo ponerme hacer? –me levanté para ir a la cocina, ya que me había dado hasta hambre. Normalmente cuando siento eso, me tomo una botella con agua, pero, serio que quería más que eso.

Al salir por el pasillo, escuché un ruido de música en la habitación de Triana la loca. ¿Qué carajos le pasa? Cuando estuve por bajar las escaleras, decidí en dirigirme hacia allá. Y de repente, escuché un gemido, bueno, no solo uno, varios. ¡La muy perra metió a alguien a la casa!

Abrí la puerta con mucha cautela, entré un poco y cuando la vi en su cama, quedé con la boca abierta. Quería lanzarme sobre ella, cerrarle la laptop y darle su merecido por perra, pero, preferí grabarla en cómo se masturbaba con sus dedos y su vibrador, mientras veía unos videos de Anthony masturbándose.

Mi enojo aumentó por haber dicho "ojalá dejaras a la puta de Angelina para que seas todo mío". Y al dar un solo paso, recordé lo que me dijo Eliot. Rápidamente pensé que, no valía la pena y menos el tiempo. Así que, volví a salir y cerré la puerta.

Cuando llegué a la cocina, me espanté y solté un grito al ver que Mauricio estaba, bebiendo un poco de licor. Mi corazón palpitaba acelerado y él solo se reía.

–es algo extraño que vengas a la cocina a buscar algo de comer. –pronunció en tono de ebriedad. La lengua se le trabó un poco.

–no vengo a buscar nada de comer. Vengo por agua.

–guardas un montón de botellas con agua. Recuerda que te conozco a la perfección.

–bueno, sí. No he podido dormir por el café que tomé. –le expliqué al sacar un tarro de helado pequeño con unos malvaviscos, para luego sentarme a un lado de él. En su teléfono sonaba una canción muy melancólica. Ya sabía lo que sucedía. Esa tal Amy Reyes.

–vi a Triana masturbándose mientras veía unos videos de Anthony donde él también se masturbaba.

Mauricio escupió su cerveza. No era algo que se esperaba. –¡espera! ¡Qué carajos dijiste! Creí que había alguien en su habitación y no me atrevía a entrar creyendo que la vería como llegó al mundo. ¡Qué espanto!

–pues sí.

–¿qué piensas hacer?

–nada. No me importa.

Mau, se me quedó mirando confundido. No es algo normal que diga una respuesta así. –qué respuesta tan extraña. ¿Qué sucedió con Anthony?

–cuando estuve en el club, Eliot, prácticamente me insinuó que Anthony me estaba engañando. –le respondí luego de llevarme un bocado de helado.

–siempre supe que ese imbécil no te merecía.

–la próxima vez te haré caso.

Hubo un poco de silencio entre nosotros luego de que hablara. Y no era un silencio incómodo, era un silencio que ambos necesitábamos, pero que no podíamos aceptar.

–¿estás triste? –me preguntó en su tono de ebrio melancólico.

Permanecí en silencio nuevamente por unos segundos. Mis ojos se humedecieron un poco al recordar esas palabras. –no te lo niego. Si me tiene un poco triste a pesar de que haya permitido que Dylan entrara a mi vida, pero ¿qué voy a poder hacer? Si lo hizo, lo hizo y ya. No se puede retroceder el tiempo por más que quisiera para que no haya hecho eso, si es de verdad que lo hizo.

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora