Capítulo 25

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Se acercaba el fin de semana. Ya podía sentir en mí esa sensación de relajación. En la piscina con mis amigas y mi querido novio, jugando voleibol, comiendo, bebiendo alcohol y fumando a escondidas de los adultos. Principalmente del imbécil de Raúl, que, con tan solo verme respirar ya piensa que lo mejor es largarme de mi casa o mandarme a ese maldito internado, el cual, por cierto, su plan se ha ido al culo, luego de que tuviera una gran conversación con mi madre en donde le dije con mucha sinceridad que, me disculpara por todo el alboroto ocasionado, por las discusiones e insultos, y por las veces en que la hice sentir mal.

Como todos los jueves, me encontraba con las gemelas en el campo de futbol viendo a los chicos entrenar. Bueno, ellas estaban en su mundo, hablando con unos chicos que conocieron. Y, Anthony no parecía estar bien. Estaba muy desconcentrado con los pases y eso, hacía enojar demasiado al entrenador.

De repente, escuché que una de las chicas que pertenece al grupo de porristas lo llamó para tan solo enseñarle su trasero. Anthony lo único que hizo fue mirarla con asco al torcerle los ojos.

–¡Muy bien mi amor! –le grité con ánimos y él solo me sonrió. Pongo mi mirada intimidante encima de la chica, la cual lucía incómoda luego del gesto que le hizo Anthony. –cariño, él no le hace caso a cosas raras y feas como tú.

–a ella no le hará caso, pero a mí sí. Y no sabes lo mucho que lo disfruté. –comentó Chloe. Esa maldita que envidia todo de mí. Esa maldita que es considerada la ramera del colegio, teniendo el puesto número diez. Verle esa sonrisa tan solo me hacía enojar porque, sabía que eso era algo imposible de parte de Anthony y, si fuera verdad, pues ¡qué asco!

Opté en levantarme y acercarme lentamente a ella mirándola como si mentalmente la estuviera lastimando. La miro de arriba bajo, la huelo y hasta estudio cada facción de su rostro. ¡Ya estoy lista para tirar mi veneno!

–bueno, creo que, si lo hizo contigo pues, tuvo que aguantar la pestilencia que sale de ti. Deberías ponerte algunas cremas, un mejor perfume y cambiar tu desodorante. Ese es mi punto número uno. Mi punto número dos, si de verdad tuvo el descaro y la valentía de hacerlo contigo ¡que bajo ha caído! Es que, mírame. –doy una vuelta como modelo mientras toco mi cuerpo. –continuó. –yo soy más que tú. Soy más hermosa y más maravillosa. Tengo todo lo que a ti te hace falta, pero no importa, confórmate con lo poco y feo que tienes, porque, ni volviendo a nacer podrás ser una mujer tan fenomenal como yo.

–¡Ay! Angelina Marciaga. –expresó mostrando una sonrisa, sin embargo, la detuve al colocarle mi dedo índice encima de sus labios para hacerla callar.

–silencio monstruo. Cuando las reinas hablan, las plebeyas callan. Mira, podrás acostarte con él las veces que quieras, pero tan solo recuerda que, él solo te estaría utilizando. Solo serías ese juguete con el que sabe que podrá divertirse cuando se sienta aburrido. Solo serías algo desdeñable. –suelto mi ilustre sonrisa de villana. –un consejo, valórate un poquito. No permitas que tantos hombres entren a tu cueva porque, solo serás para todos esa ramera que cualquiera podrá usar por un momento. Eres mujer, deberías amarte y respetarte un poquito más, tan solo para que no te vean como un... juguete y ya. –le sonreí. Su mirada seria y algo apagada había dejado en claro que, yo había ganado. Permaneció en silencio viéndome como la plebeya que es.

–¿qué está pasando aquí? –preguntó Anthony al llegar. Se colocó a un lado de mí y tomó de mi cintura.

–bueno, aquí tu amiga, diciendo que tuviste sexo con ella.

Anthony se empezó a reír a carcajadas. –¡qué asco Chloe! Eso nunca pasaría. Estás más usada que un trapo de cocina.

En eso, se le salió una lágrima. Por un momento me quise sentir mal por ella, pero, como siempre, la verdad duele y hay que saber afrontarlo, aunque ocasione un gran nudo en el pecho. Acto seguido, empujó a Anthony y salió corriendo para irse a llorar a otro lugar. Algunas de sus amigas fueron detrás de ella y otras, en este caso, las hipócritas, solo se quedaron riendo de ella.

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora