Los días pasaban y Anthony y yo no parábamos de tener sexo.
Lo hacíamos en su casa, prácticamente en todos los lugares, al igual que en la mía y también en el colegio. Eso era a cada rato. Me sentía muy excitada durante esos días. Quería que él me diera duro. Me penetrara y que se moviera de la manera en que siempre lo hace y que me pusiera en todas las poses posibles. Quería que me tocara toda. Que pasara su boca y lengua por todo mi cuerpo y principalmente por mi vagina. Que la besara, chupara y que jugara con su lengua y dedo en mi clítoris.
Cuando hacíamos todo eso, no podía dejar de pensar en Dylan. Me imaginaba que era él quien me hacía todo. Nos habíamos dejado de hablar luego de que me enterara que había regresado con su ex novia la pone cuerno. Y, eso fue algo que me dolió demasiado, porque, una noche antes de que me enterara de eso, le abrí mi corazón y le dije tantas palabras románticas para que, al final quede como toda una boba. Creo que, estos arranques de querer tener sexo como loca con Anthony es para cubrir el daño que dejó en mi corazón.
Y, por otro lado, le pedí a Anthony una explicación con lo que me dijo Eliot. Él me juró que nunca haría algo así porque me ama y me quiere sinceramente. Obvio, le creí, porque sé que es así. Sé que él solo me quiere a mí y me complace con su gran amigo solamente a mí. De eso no tengo dudas.
–que rico es tenerte ahí abajo, mi amor. –me decía él cuando le estaba haciendo sexo oral. Le lambía la punta para luego metérmela completa a la boca. –sigues tú, princesa. –me avisó al levantarme, para luego tirarme a su cama.
Nos besamos y poco a poco empezó a bajar por mi cuello, después por mis senos, seguido por mi panza, hasta llegar a mi vagina. De verdad que él hacía el mejor sexo oral. Me lambía con ganas. Los besos que me daba sonaban por toda su habitación. Con la punta de su lengua empezó a moverla con rapidez en mi clítoris. Me estaba viniendo.
–¡métemela por favor! Quiero que me la metas. –pronuncie jadeando sintiendo el mar de placer por todo mi cuerpo. En eso, él lo metió, se quedó así por unos segundos hasta que empezó hacer esos movimientos ricos que hace. Me subió sus piernas a su hombro y su pene lo sentía más adentro que en otras veces.
De repente, lo quité y me puse de rodillas en su cama, incliné mi trasero y nuevamente sentí su penetración. Me quejaba en voz alta teniendo toda la libertad de hacerlo ya que no había nadie.
–¡eso! ¡quéjate por mí! Solo quiero hacerte quejar yo. No necesitas ningún otro pene dentro de tu vagina.
–claro que no lo necesito. Creo plenamente que el tuyo es más rico, mi amor.
Empezó a darle más duro y más duro que hasta mis quejidos se podía escuchar afuera. Luego, escuché ese quejido que él suelta cuando se viene. ¡Espera! ¡se vino adentro!
–¿por qué carajos la tiraste adentro? Bien sabes que nos hemos dejado de cuidar y haces esto Anthony. –le grité muy enojada al darle un leve empujón.
–los chicos me dicen que puedes orinar y no queda nada. Además, ya compré la pastilla. –dijo bien relajado, pero, aun así, no me sentía muy segura.
–bueno. Debemos tener más cuidado.
–no te preocupes mi amor. –me dio un beso para que me tranquilizara.
A pesar de que oriné y tomé mi pastilla anticonceptiva, me sentía muy insegura. Tenía miedo de quedar embarazada o que Anthony me pegara alguna infección. Casi no confío en él y, los comentarios que he recibido, me hace imaginar que, si de verdad se estuviera acostando con alguien más y no usa protección, yo misma me podría hacer daño al no pedirle que se proteja. En fin, dejaré todos esos pensamientos a un lado para ya irme feliz y satisfecha a la casa.
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Madre adolescente
Подростковая литератураLa vida de Angelina era muy lujosa. Tanto, que trataba a los demás como personas insignificantes por no estar a su nivel. Su madre era la alcaldesa y su padre, fallecido, era dueño de una compañía de moda. Hasta que, fotos y vídeos íntimos fueron f...