Capítulo 54

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Mauricio

Me encontraba en la universidad dando mi última clase de la tarde. Estaba ansioso de que el profesor terminara de dar su clase. Ya quería que acabara. Hace unos treinta minutos había sido mi hora de entrada para trabajar en la cafetería y ya me imagina el regaño que me daría mi jefe. –muy bien chicos, recuerden que la próxima semana tendremos un parcial y deben entregar el trabajo en grupo.

Fue lo último que escuché del profesor para luego salir corriendo por todos los pasillos que tenía que pasar. Era casi medio campus que debía correr. Creo que esto me tomaría casi quince a veinte minutos, ya que mi facultad es una de las más lejanas y la cafetería es una de las principales.

–buenos días, señor Camarena. –saludé informal e intentando recuperar todo el aliento que perdí al correr. –disculpe la demora. Es que mis clases en este cuatrimestre se han extendido un poco más y me interfiere con la entrada al trabajo. No sé si usted me pueda entender.

–si usted iba a tener problemas con la hora de entrada, hubiese sido mejor que buscara trabajo en otro lugar. –me respondió el viejo cascarrabia.

El señor Camarena siempre ha sido un hombre muy estricto y demasiado, pero demasiado enojón. Algo de lo cual he tenido que aguantar durante todo este año. 

–es que tampoco iba a saber que en este cuatrimestre mis horarios serían algo diferente. Por favor, entiéndame. 

–no, no puedo entenderlo. 

–¿por qué no? –levanté un poco la voz. Así, hice que muchos chicos pusieran sus miradas en nosotros. –disculpe. Pero, en serio, por favor, acepte mis disculpas y permítame entrar a mi turno. 

–no podrás hacerlo. 

–¿por qué no? 

–porque estás despedido. Ya tienes reemplazo. –señaló a un chico nuevo que está en la caja registradora. Ese imbécil me mira con una sonrisa la cual es como si solo estuviera diciéndome que soy un imbécil. 

–tus padres son adinerados. No entiendo por qué quieres trabajo en un lugar como este. 

–creo que eso es algo que no podrá entender y que tampoco le incumbe. 

–de verdad que no lo entiendo. Tu madre es diseñadora y trabaja con la compañía del señor Farit, tiene varias tiendas y en diferentes países. Su marca está siendo costeada por la empresa de los abuelos de tu hermana Angelina. O sea, prácticamente tienes dinero más que todos los que asisten en esta universidad. 

Tomé un poco de aire. –trabajo porque no me gusta tener que sobrevivir a costillas de alguien más. ¿Qué pasaría cuando todo eso acabe? No tendré nada. Por eso me gusta trabajar por lo mío, obtenerlo todo lo que quiero por mi esfuerzo y sabe, eso es algo que no puedo decir de usted. 

–mi padre me heredó esta cafetería. Fue una de las primeras en esta universidad. 

–¿y que hubiese pasado si no hubiese tenido esto? ¿dónde estaría usted? Trabajando ¿cierto? 

–bueno, ya es suficiente. No entiendo porque sigo escuchando a un mocoso como tu, a quien le falta un largo camino para entender a un viejo como yo. Estás despedido y esa es mi última palabra. No te quiero ver por acá. 

–me vale un carajo viejo de mierda. –grité con enojo para luego salir de esa estúpida cafetería.

Me alejé completamente de todas las personas y me senté en unas bancas para tan solo pensar y pensar. Algo que me llenaba de rabia es que, el viejo ese me despide justamente cuando ya faltan solo dos meses para navidad. Me da vergüenza pedirle dinero a Waldo porque la fortuna que él cuida es solo de Angelina, y sé que Angelina tampoco sería egoísta conmigo en prestarme dinero, pero, ¡no! ¡no! Eso no es lo que quiero. Y menos quiero volver con mi padre. A pesar que tiene mi tarjeta activa, una que el me dio, aun así no tomo nada. 

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora